jueves, noviembre 04, 2004
Semanas 12 y 13
De nueva cuenta… con la oportunidad de escribirte aunque con un poquito de retraso, para no variar. A pesar que suponía tendría más tiempo para comunicarte algunas de estas vivencias sudamericanas, no ha sido así por el ajetreo con que se ha desarrollado este lapso.
Después que te escribí, el domingo 24 de octubre se celebró en el coliseo del colegio que está junto a nuestra parroquia el Primer Festival de la Canción Misionera. Hay algunas cosas que puntualizar para explicar mejor cómo estuvo el asunto. Para empezar, a lo que nosotros conocemos como gimnasio acá le dicen “coliseo” y, en este caso, su capacidad es como de 1500 personas sentadas en las gradas. Como te imaginarás, a lo largo del día del festival nunca estuvo ni al 10 % de ocupación. Por otra parte, la sede fue el Colegio Santa Isabel de Hungría, que es una fundación de la Arquidiócesis de Cali, y sobre el cual no tenemos mayor responsabilidad ni mayores derechos que los de atender la capillita y dar alguna que otra clase de religión. Así, pues, el Festival lo organizó la pastoral arquidiocesana de las misiones, para resaltar a octubre como Mes de las Misiones, y lo inauguró uno de los obispos auxiliares luego de celebrar la Eucaristía dominical con nosotros. Yo estuve allí con Paco un buen rato, hasta que, por la tarde, Rafael, hermano y uno de los estudiantes de filosofía, participó con su tema “Que el Espíritu de Señor nos haga sus testigos”. Como te podrás imaginar, ni con semejante título —o, mejor dicho, por semejante título— no alcanzó algún lugar en la premiación.
Y mientras nosotros estábamos durmiéndonos en las gradas duras del coliseo vacío y estruendoso, a varios cientos de kilómetros —como dijera “Sin Bandera”—, en la capital colombiana, la sin par reina de Jordania participaba en el acto protocolario por el que se destruían las últimas 6184 minas antipersonales que usaba y guardaba el ejército y por las que, todavía hoy, dos colombianos al día sufren alguna mutilación. Con esa determinación en Bogotá, Distrito Capital, se ponía fin a ese drama y Colombia se convertía así en el primer país que cumple con la convención que busca erradicar por fin este tipo de armas, muy usadas para proteger las inmediaciones de campos militares y trincheras, o atacar los probables puntos de paso de los guerrilleros.
Bueno, en cosas más profundas, la tarde del lunes 25 tuvimos en la villa y junto a todos los padres y hermanos de la comunidad un retiro sobre la afectividad y la sexualidad en la vida religiosa. Sólo te diré prevaleció el punto de vista de la psicología analítica.
Ya para el miércoles 27 visitamos el Seminario Mayor Arquidiocesano San Pedro Apóstol, para tener una clase con el presbítero licenciado Germán Martínez, especialista en teología bíblica. Me gustó mucho su dinámica de clase, ya que haciendo alusión a un texto bíblico del Apocalipsis, a cada uno nos hizo sacar de una caja una piedrita blanca con un nombre escrito en ella. El que a mí me tocó fue el de “mirado”. No sé todavía que signifique, pero me acordé de lo que me escribió un buen amigo cuando le avisé que entraba por fin al noviciado. Me dijo que pusiera mucha atención en el “nombre nuevo” con el cual el Señor me nombraría. Pero bueno, lo que sé pude mirar esa tarde fue la desproporción que hay entre las instalaciones de ese Seminario y la calidad de vida de la población caleña en general. No creo aventurar mucho si afirmara que por allí hubo para su construcción limosnas no muy santas…
A propósito, el que parece todo un santo es el “Ché” Guevara en “Diarios de motocicleta”, película que narra el viaje de Don Ernesto cuando joven por estas benditas tierras sudacas. A la salida del Seminario pudimos verla en Cine Colombia (la versión local de los Cinemex), en una escapatoria que me pareció toda una aventura clasista. ¿Puedes imaginarte que en una misma sala de cine hay una sección “de primera” y una “general”, que los boletos están numerados y que, por eso, no puedes escoger dónde sentarte? Esto aparte, lo que te recomiendo demasiado es la película, en la que además actúa Gael García Bernal con un acentito argentino bastante simpático.
Pero lo que sí está como para una película es la vida del padre que nos dirigió las actividades del sábado 30 de octubre al lunes primero de noviembre. En la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, al lado de nuestro barrio, asistimos al taller sobre “Cómo Vivir el Ministerio de la Compasión con el Pueblo que Sufre”. Aunque el título del taller puede llegar a sonar muy trágico, la verdad es que la realidad de la zona en la que vivimos está como para esta clase de títulos e incuso más. Bueno, te platicaba del asesor, el sacerdote diocesano Doctor Federico Carrasquilla, quien vive en Medellín. Desde hace años en su Arquidiócesis mantuvo una postura recta en el seguimiento de Cristo, actitud que le fue llevando a encrucijadas tales como tener que optar entre los individuos y las instituciones. Por su Arzobispo fue poco apreciado y hay varias anécdotas del porqué. Por ejemplo, cuando el Obispo estaba recién llegado solía emitir casi cada semana decretos, lo cuales en pocas ocasiones eran beneficiosos para las mayorías pobres, hasta que en una ocasión un sacerdote se puso de pie en la junta acostumbrada de presbiterio y pidiendo la voz dijo que no estaba de acuerdo con tal abundancia de decretos. El Doctor Carrasquilla se puso de pie y le respondió que no estaba de acuerdo, porque la labor del Obispo era ésa —dar decretos, gobernar— pero que no era obligación de los sacerdotes cumplir con esas disposiciones. Así poco a poco fue colmándole la paciencia a su superior. Más adelante, siguiendo con la prioridad de las personas y no de las instituciones, se le ocurrió falsificar una Fe de Bautismo para lograr que un obrero recibiera su pensión merecida por su jubilación. Pero con eso tuvo la mal afortuna de darles el pretexto perfecto para que tomaran represalias en su contra. El Arzobispo le quitó de la Parroquia, le suspendió del ministerio sacerdotal —una sanción “a Divinis”— y no le volvió a admitir como parte de su Presbiterio. Entonces él se fue a vivir a la zona más pobre de Medellín, en los suburbios de las montañas, llevando allá su testimonio del Evangelio. Y, desde entonces, la Conferencia de Religiosos de Colombia le pide cursos y asesoría cada vez que se puede. Dicen que a Cali viene sólo una vez al año, por eso qué bueno que aprovechamos su sabiduría y su testimonio de vida esta vez que pudimos. Con él celebramos la Eucaristía y compartimos momentos muy intensos de oración y reflexión. Al finalizar el taller vimos una película sobre la vida de Monseñor Romero, el Arzobispo de El Salvador, quien fue asesinado mientras celebraba Misa, por encargo del gobierno de aquel entonces. El vídeo fue preparado por la oficina arquidiocesana para la beatificación y se encuentra más información en www.romeroes.com. En fin, el taller fue de mucho provecho para las situaciones que vivimos día a día en la Parroquia.
Espero que sigas bien.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Después que te escribí, el domingo 24 de octubre se celebró en el coliseo del colegio que está junto a nuestra parroquia el Primer Festival de la Canción Misionera. Hay algunas cosas que puntualizar para explicar mejor cómo estuvo el asunto. Para empezar, a lo que nosotros conocemos como gimnasio acá le dicen “coliseo” y, en este caso, su capacidad es como de 1500 personas sentadas en las gradas. Como te imaginarás, a lo largo del día del festival nunca estuvo ni al 10 % de ocupación. Por otra parte, la sede fue el Colegio Santa Isabel de Hungría, que es una fundación de la Arquidiócesis de Cali, y sobre el cual no tenemos mayor responsabilidad ni mayores derechos que los de atender la capillita y dar alguna que otra clase de religión. Así, pues, el Festival lo organizó la pastoral arquidiocesana de las misiones, para resaltar a octubre como Mes de las Misiones, y lo inauguró uno de los obispos auxiliares luego de celebrar la Eucaristía dominical con nosotros. Yo estuve allí con Paco un buen rato, hasta que, por la tarde, Rafael, hermano y uno de los estudiantes de filosofía, participó con su tema “Que el Espíritu de Señor nos haga sus testigos”. Como te podrás imaginar, ni con semejante título —o, mejor dicho, por semejante título— no alcanzó algún lugar en la premiación.
Y mientras nosotros estábamos durmiéndonos en las gradas duras del coliseo vacío y estruendoso, a varios cientos de kilómetros —como dijera “Sin Bandera”—, en la capital colombiana, la sin par reina de Jordania participaba en el acto protocolario por el que se destruían las últimas 6184 minas antipersonales que usaba y guardaba el ejército y por las que, todavía hoy, dos colombianos al día sufren alguna mutilación. Con esa determinación en Bogotá, Distrito Capital, se ponía fin a ese drama y Colombia se convertía así en el primer país que cumple con la convención que busca erradicar por fin este tipo de armas, muy usadas para proteger las inmediaciones de campos militares y trincheras, o atacar los probables puntos de paso de los guerrilleros.
Bueno, en cosas más profundas, la tarde del lunes 25 tuvimos en la villa y junto a todos los padres y hermanos de la comunidad un retiro sobre la afectividad y la sexualidad en la vida religiosa. Sólo te diré prevaleció el punto de vista de la psicología analítica.
Ya para el miércoles 27 visitamos el Seminario Mayor Arquidiocesano San Pedro Apóstol, para tener una clase con el presbítero licenciado Germán Martínez, especialista en teología bíblica. Me gustó mucho su dinámica de clase, ya que haciendo alusión a un texto bíblico del Apocalipsis, a cada uno nos hizo sacar de una caja una piedrita blanca con un nombre escrito en ella. El que a mí me tocó fue el de “mirado”. No sé todavía que signifique, pero me acordé de lo que me escribió un buen amigo cuando le avisé que entraba por fin al noviciado. Me dijo que pusiera mucha atención en el “nombre nuevo” con el cual el Señor me nombraría. Pero bueno, lo que sé pude mirar esa tarde fue la desproporción que hay entre las instalaciones de ese Seminario y la calidad de vida de la población caleña en general. No creo aventurar mucho si afirmara que por allí hubo para su construcción limosnas no muy santas…
A propósito, el que parece todo un santo es el “Ché” Guevara en “Diarios de motocicleta”, película que narra el viaje de Don Ernesto cuando joven por estas benditas tierras sudacas. A la salida del Seminario pudimos verla en Cine Colombia (la versión local de los Cinemex), en una escapatoria que me pareció toda una aventura clasista. ¿Puedes imaginarte que en una misma sala de cine hay una sección “de primera” y una “general”, que los boletos están numerados y que, por eso, no puedes escoger dónde sentarte? Esto aparte, lo que te recomiendo demasiado es la película, en la que además actúa Gael García Bernal con un acentito argentino bastante simpático.
Pero lo que sí está como para una película es la vida del padre que nos dirigió las actividades del sábado 30 de octubre al lunes primero de noviembre. En la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, al lado de nuestro barrio, asistimos al taller sobre “Cómo Vivir el Ministerio de la Compasión con el Pueblo que Sufre”. Aunque el título del taller puede llegar a sonar muy trágico, la verdad es que la realidad de la zona en la que vivimos está como para esta clase de títulos e incuso más. Bueno, te platicaba del asesor, el sacerdote diocesano Doctor Federico Carrasquilla, quien vive en Medellín. Desde hace años en su Arquidiócesis mantuvo una postura recta en el seguimiento de Cristo, actitud que le fue llevando a encrucijadas tales como tener que optar entre los individuos y las instituciones. Por su Arzobispo fue poco apreciado y hay varias anécdotas del porqué. Por ejemplo, cuando el Obispo estaba recién llegado solía emitir casi cada semana decretos, lo cuales en pocas ocasiones eran beneficiosos para las mayorías pobres, hasta que en una ocasión un sacerdote se puso de pie en la junta acostumbrada de presbiterio y pidiendo la voz dijo que no estaba de acuerdo con tal abundancia de decretos. El Doctor Carrasquilla se puso de pie y le respondió que no estaba de acuerdo, porque la labor del Obispo era ésa —dar decretos, gobernar— pero que no era obligación de los sacerdotes cumplir con esas disposiciones. Así poco a poco fue colmándole la paciencia a su superior. Más adelante, siguiendo con la prioridad de las personas y no de las instituciones, se le ocurrió falsificar una Fe de Bautismo para lograr que un obrero recibiera su pensión merecida por su jubilación. Pero con eso tuvo la mal afortuna de darles el pretexto perfecto para que tomaran represalias en su contra. El Arzobispo le quitó de la Parroquia, le suspendió del ministerio sacerdotal —una sanción “a Divinis”— y no le volvió a admitir como parte de su Presbiterio. Entonces él se fue a vivir a la zona más pobre de Medellín, en los suburbios de las montañas, llevando allá su testimonio del Evangelio. Y, desde entonces, la Conferencia de Religiosos de Colombia le pide cursos y asesoría cada vez que se puede. Dicen que a Cali viene sólo una vez al año, por eso qué bueno que aprovechamos su sabiduría y su testimonio de vida esta vez que pudimos. Con él celebramos la Eucaristía y compartimos momentos muy intensos de oración y reflexión. Al finalizar el taller vimos una película sobre la vida de Monseñor Romero, el Arzobispo de El Salvador, quien fue asesinado mientras celebraba Misa, por encargo del gobierno de aquel entonces. El vídeo fue preparado por la oficina arquidiocesana para la beatificación y se encuentra más información en www.romeroes.com. En fin, el taller fue de mucho provecho para las situaciones que vivimos día a día en la Parroquia.
Espero que sigas bien.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly