jueves, enero 13, 2005

 

Semana 23

Holas:

No fue Navidad, tampoco Año Nuevo, como me esperaba, sino hasta ahora cuando he extrañado más mi casita, mi familia y mi país. No sé el momento en que surgió la nostalgia, pero ha estado fuerte. No extraño tanto la comunidad teatina allá. De eso estoy seguro, sobre todo ahora que me ha escrito, por fin, uno de los hermanos júniores de la Casa de Formación. Tampoco echo de menos la contaminación de mi ciudad. Pero sí he tenido un sentimiento vago de melancolía: recuerdo los paseos largos que me permitía después de la comida por las colonias centenarias de La Condesa y La Roma, las correrías diarias al Instituto de Formación Teológica, los momentos del café entre las clases, en fin, parece ser que la añoranza ha sido por la movilidad de antes. Y es que, a pesar de que aquí todo es precioso, las jornadas de reflexión que continuaron los trabajos de la semana pasada estuvieron, después de todo, un poco monótonas. No estoy seguro, como te decía, que todo lo que en estos días platicamos y planeamos por acá pueda aplicarlo cuando regrese a mi Provincia, por lo que de manera especial estos días me he mostrado más apático en mis comentarios. Es muy bonito saber que uno mismo propuso determinada frase en un objetivo o que toda una reflexión fue orientada por equis comentario que se hizo en alguno de los grupos de trabajo. Sin embargo, me he sentido también muy cansado y aburrido en las sesiones.

El tedio fue vencido un poco el viernes 7, cuando visitamos de nueva cuenta el Comfandi del Río Pance. Hubiera estado mejor si no fuera porque llegamos allí como segunda opción de paseo, luego de que nuestro destino original, las Playas de Mondobo, estaban cerradas hasta nuevo aviso.

Esa misma noche del viernes recibimos de nuestro Maestro la prohibición terminante de pensar siquiera en visitar ese fin de semana el sur de Cali, por el comentario que le hizo un comandante general sobre la posibilidad alta de un ataque de las Fuerzas Autónomas Revolucionarias de Colombia, mejor conocidas como las FARC, grupos paramilitares cuya finalidad era acabar con las guerrillas y que se sostienen mediante secuestros. Esta proscripción me hizo recordar la realidad que estoy viviendo. Los paramilitares son una de las cuatro dificultades que atraviesa este país; las otras son: el narcotráfico que corrompe todas las estructuras sociales, las guerrillas (rurales y urbanas), y el excesivo número de activos en el ejército (que consumen casi todo el presupuesto nacional).

También esta negativa fue un poco innecesaria ya que todo el fin de semana se llevó a cabo en el Coliseo del Colegio Santa Isabel de Hungría el XXIII Encuentro Nacional de Jóvenes de la Renovación Carismática Católica de Colombia. La presencia de delegaciones de jóvenes de todo el país al evento habrá alcanzado unos dos mil muchachos que bailaban, lloraban y cantaban a ritmo de salsa la venida nueva del Espíritu Santo.

Me reservo mi opinión al respecto. Sólo te comento que los jóvenes de nuestra Parroquia que asistieron dicen haberse sentido muy bien. «Hasta lloré», me dijo uno. Los novicios ni lloramos, ni bailamos ni cantamos porque estuvimos atendiendo una tiendita que montamos para recaudar y completar el precio de las entradas de los muchachos porque cada una costaba el equivalente a $5 USD.

Por mi parte estos días pasó por mis manos un capítulo del libro Espiritualidad para comunidades del teólogo José María Castillo. Creo que fue una bendición porque en él se hablaba del sentido cristiano de la ascesis. En el retiro de Navidad, como te comenté, el Padre Pedro me dejó ver, entre broma y broma, que no me consideraba muy ascético. Desde entonces, una espinita se me había quedado clavada respecto a cómo entender esta propuesta. Ascesis significa, según Castillo, ejercicio o renuncia. Pero la ascesis cristiana, afirma, no es el ejercicio de luchar contra todo pecado buscando la virtud, de ofrecer sacrificios a Dios para estar “más cerca” de lo santo, ni de renunciar al mundo para lograr una experiencia de lo divino. Esto sería o una ascesis moral, o cúltica o mística. La ascesis cristiana, y me uno a esta opinión, es llegar a ser libre, desde la raíz, ante la muerte propia, que es el acontecimiento más decisivo y crucificante de la vida, para estar disponibles de verdad de manera personal y social. Es decir, la ascesis tiene sentido cuando me ayuda a ser más persona y a ser más a los demás. En este sentido, el criterio de verificación de un asceta cristiano es su lucha por la libertad social... Así, pues, considero que me falta mucho camino por recorrer, pero quiero ejercitarme en esta práctica para alcanzar a presenciar a Dios reinando ya entre nosotros.

Busca primero el reinado de Dios.
Charly

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