jueves, enero 27, 2005
Semanas 24 y 25
Hola:
Escribo hasta ahora por algunas razones. Pero, primero, quiero contarte que me ha gustado mucho la reacción que hubo a mi escrito de la semana pasada: recibí varias notas de respuesta que agradezco bastante. Me parece que el tema de la nostalgia («bilis negra», como me recordaba alguno la etimología) es polémico de por sí. No es que no esté a gusto acá (como sugirieron otros). Tampoco es que haya algo que me moleste sobremanera (a todo se acostumbra uno). Mucho menos (como afirmó una amiga) que el hogar es donde uno está, porque de verdad acá están mi casa y mis hermanos. Si quieres saberlo, sólo lo escribí porque en verdad lo estaba sintiendo, porque soy humano y porque estoy en un ambiente nuevo y no (como sugería esa misma amiga) porque mis emociones y sentimientos dependan de algo o de alguien. La melancolía está en la disposición o en el hábito y de estas disposiciones melancólicas no está libre ningún hombre viviente, afirmaba Robert Burton ya en 1621.
La razón principal de mi tardanza fue que estuve enfermo. Sí, por segunda ocasión. Y otra vez tuve que visitar a mi Empresa Promotora de Salud (o E. P. S., por sus siglas): en mi caso estoy afiliado, gracias a Dios (como me decía aquella amiga), a una llamada “Comfenalco”. Según el diagnóstico médico, fue un cuadro viral. Resulta que desde el año pasado anda por acá circulando un virus que produce síntomas muy parecidos a la influenza o el dengue: molestias corporales, debilidad, cansancio, mareos, fiebre, falta de apetito y náuseas, aunque no es tan mortal, no afecta tanto el aparato respiratorio, ni produce hemorragias como una de las variedades del dengue. Por fortuna, no fue dengue. Pero vaya que estuve encamado y sin comer casi una semana, me inyectaron Piridona dos veces y me acabé una caja de Acetaminofén. Ya estoy bien.
Leí sobre la melancolía y la nostalgia en la Enciclopedia Encarta 2004 (que, supongo, tenemos por obra y gracia de la piratería) y, a pesar de lo que ahí dice y de lo algún psicólogo loco pudiera concluir, mi malestar pasado no fue consecuencia de mi estado de ánimo, si bien éste lleva muchas veces a la depresión, cuyos primeros síntomas son casi los mismos que yo sufrí: la astenia (debilidad, cansancio), una falta de apetencia e insomnio. Lo puedo afirmar porque, entre todos, el único que no tuve fue el insomnio: esta semana dormí como nunca en todo lo que llevo acá: sólo me paraba a las actividades comunes y de inmediato a la camita. Sobre esto no me envidies.
Por eso, casi ni me entero esta semana de la crisis diplomática que se traen los presidentes de Colombia y Venezuela por el plagio allá de uno de los comandantes de las FARC de acá, sucedido en diciembre, y revelado por el diario El Tiempo. La cima de la crisis se alcanzó el 15 de enero en un comunicado que leyó por televisión el Presidente venezolano, Hugo Chávez, mientras aparecía vestido más elegante que un rey. La semana pasada te hablaba de los grandes males de este país uno de los cuales, por supuesto, son los paramilitares. Hoy no me cabe duda que me quedé cortó y tengo que agregar otro mal: el Señor Presidente de la República. Por cierto, al gatito de nuestra Parroquia le pusieron su nombre: Uribe.
El caso es que mientras yo convalecía de mi enfermedad tercermundista, mi Maestro también ha estado viendo disminuida su salud. Un intenso dolor de espalda le recuerda que la tiene torcida desde hace años. No sé si, además, a él sí le afectó la noticia que nos trajo el Padre Ismael, desde mi México –donde anduvo de vacaciones–, de que la muy anunciada visita al Noviciado, y el apoyo que ésta suponía, del Padre Salvador fue cancelada por su Superior. Ahora sólo esperamos las visitas y el apoyo de uno de los Padres de Argentina, y dos de los de España. En fin, sólo espero mi Maestro esté de humor, al menos para hacer los informes que sobre nosotros dijo tenía que presentar al Padre General este mes, ahora que lleguemos a los seis de esta experiencia.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Escribo hasta ahora por algunas razones. Pero, primero, quiero contarte que me ha gustado mucho la reacción que hubo a mi escrito de la semana pasada: recibí varias notas de respuesta que agradezco bastante. Me parece que el tema de la nostalgia («bilis negra», como me recordaba alguno la etimología) es polémico de por sí. No es que no esté a gusto acá (como sugirieron otros). Tampoco es que haya algo que me moleste sobremanera (a todo se acostumbra uno). Mucho menos (como afirmó una amiga) que el hogar es donde uno está, porque de verdad acá están mi casa y mis hermanos. Si quieres saberlo, sólo lo escribí porque en verdad lo estaba sintiendo, porque soy humano y porque estoy en un ambiente nuevo y no (como sugería esa misma amiga) porque mis emociones y sentimientos dependan de algo o de alguien. La melancolía está en la disposición o en el hábito y de estas disposiciones melancólicas no está libre ningún hombre viviente, afirmaba Robert Burton ya en 1621.
La razón principal de mi tardanza fue que estuve enfermo. Sí, por segunda ocasión. Y otra vez tuve que visitar a mi Empresa Promotora de Salud (o E. P. S., por sus siglas): en mi caso estoy afiliado, gracias a Dios (como me decía aquella amiga), a una llamada “Comfenalco”. Según el diagnóstico médico, fue un cuadro viral. Resulta que desde el año pasado anda por acá circulando un virus que produce síntomas muy parecidos a la influenza o el dengue: molestias corporales, debilidad, cansancio, mareos, fiebre, falta de apetito y náuseas, aunque no es tan mortal, no afecta tanto el aparato respiratorio, ni produce hemorragias como una de las variedades del dengue. Por fortuna, no fue dengue. Pero vaya que estuve encamado y sin comer casi una semana, me inyectaron Piridona dos veces y me acabé una caja de Acetaminofén. Ya estoy bien.
Leí sobre la melancolía y la nostalgia en la Enciclopedia Encarta 2004 (que, supongo, tenemos por obra y gracia de la piratería) y, a pesar de lo que ahí dice y de lo algún psicólogo loco pudiera concluir, mi malestar pasado no fue consecuencia de mi estado de ánimo, si bien éste lleva muchas veces a la depresión, cuyos primeros síntomas son casi los mismos que yo sufrí: la astenia (debilidad, cansancio), una falta de apetencia e insomnio. Lo puedo afirmar porque, entre todos, el único que no tuve fue el insomnio: esta semana dormí como nunca en todo lo que llevo acá: sólo me paraba a las actividades comunes y de inmediato a la camita. Sobre esto no me envidies.
Por eso, casi ni me entero esta semana de la crisis diplomática que se traen los presidentes de Colombia y Venezuela por el plagio allá de uno de los comandantes de las FARC de acá, sucedido en diciembre, y revelado por el diario El Tiempo. La cima de la crisis se alcanzó el 15 de enero en un comunicado que leyó por televisión el Presidente venezolano, Hugo Chávez, mientras aparecía vestido más elegante que un rey. La semana pasada te hablaba de los grandes males de este país uno de los cuales, por supuesto, son los paramilitares. Hoy no me cabe duda que me quedé cortó y tengo que agregar otro mal: el Señor Presidente de la República. Por cierto, al gatito de nuestra Parroquia le pusieron su nombre: Uribe.
El caso es que mientras yo convalecía de mi enfermedad tercermundista, mi Maestro también ha estado viendo disminuida su salud. Un intenso dolor de espalda le recuerda que la tiene torcida desde hace años. No sé si, además, a él sí le afectó la noticia que nos trajo el Padre Ismael, desde mi México –donde anduvo de vacaciones–, de que la muy anunciada visita al Noviciado, y el apoyo que ésta suponía, del Padre Salvador fue cancelada por su Superior. Ahora sólo esperamos las visitas y el apoyo de uno de los Padres de Argentina, y dos de los de España. En fin, sólo espero mi Maestro esté de humor, al menos para hacer los informes que sobre nosotros dijo tenía que presentar al Padre General este mes, ahora que lleguemos a los seis de esta experiencia.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly