jueves, febrero 10, 2005

 

Semana 27

Holas:

Espero que estés muy bien.

Desde el lunes 31 de enero comenzamos una nueva tarea de apostolado que viene a sumarse a lo que ya vamos haciendo. Se trata de «talleres de apoyo escolar» para niños de 5º, 6º y 7º grados de primaria. Esta vez la iniciativa surgió del hermano Paco para aprovechar las dos horas que tenemos libres por las mañanas, y que usábamos en otras actividades menos importantes, mientras esperamos la hora del almuerzo para ayudar en el comedor comunitario con el ingreso de los niños. Paco se encargó de organizar las actividades y los horarios. Cuando platicamos sobre la conveniencia de este proyecto, yo le sugerí que brindáramos de manera principal elementos que facilitaran la lecto-escritura. Él sugirió también algunos elementos de apreciación y sensibilización artística, sin faltar algunas actividades recreativas. Entonces, puestos de acuerdo, me pidió que les enseñara la parte de escritura. Así que tendré que desempolvar mi memoria, aceitar mi muñeca, sacudir mi creatividad y consultar la Internet, para acordarme de mis tiempos de estudiante y programar algo que sea útil, pero que no caiga en ser otra escuelita para los chiquitos porque, ni pondrán atención ellos, ni yo pienso que mi vocación sea la puericultura. Por lo pronto decidí comenzar con elementos de caligrafía, así de paso mejoro mi propia letra.

Sin embargo, a mí, al menos, se me acabó la emoción de este trabajo porque organizamos para ellos la primera visita recreativa. Los trajimos a la finca donde vivimos y se portaron muy mal. Con fortuna estuvieron aquí también los Padres Tony, Mauricio y Valdimir, quienes se dieron cuenta de cómo hasta se echaron un clavado al lago mayor, lo cual es muy peligroso porque no tiene la profundidad adecuada, pero, sobre todo, porque en el fondo hay algunas piedras filosas y yo mismo resulté con una rajada a lo largo de todo el pie cuando me metí en agosto pasado.

Pero, antes, y como te adelanté la semana pasada, el sábado se fue uno más de los novicios. El turno fue ahora de Jaime. Catalán de nacimiento –como sabrás, los nacidos en el Principado de Cataluña (España) no se consideran ellos a sí mismos «españoles» (lo mismo pasa con los vascos, por ejemplo, aunque el resto del mundo sí los identifiquemos como de dicha nacionalidad) – de cultura rural, si cabe, de familia conservadora (perteneciente al Opus Dei, según una de sus pocas confidencias), estudió su bachillerato hace veintidós años con los escolapios y hace como otros quince cursó algún diplomado de Teología en Barcelona. Alguna vez intentó ingresar al seminario diocesano de su región y su principal opositora fue su misma familia. Él creía que había habido rumores sobre poca idoneidad en el ámbito de su orientación sexual. Conoció a los teatinos por nuestro trabajo social en Barcelona e hizo su Postulantado en la Comunidad de Madrid. Llegó a Colombia antes que Paco y yo y, según él mismo nos espetó más de una ocasión, limpió y preparó nuestros cuartos, el de Paco y el mío, con la ilusión de que éramos mexicanos.

El asunto es que, con el paso del tiempo Jaime se fue distanciando solito del resto de nosotros, sus connovicios. Lo primero que sobre él me llamó la atención fue un seseo a la hora de pronunciar palabras que, al principio, pensé era una forma dialectal normal, mas con el paso del tiempo se me hacía insufrible. Después de comentarlo con algunos hermanos, pusimos en común otro aspecto que nos parecía alterado, un movimiento frecuente y reiterativo de su mano izquierda que subía y bajaba muchas veces, al grado que él mismo tenía que sujetársela con la derecha cuando estábamos en la capilla. Pero no sólo eso. Era poco capaz de conectar con lógica lo que nos decía y lo que nosotros veíamos de él. En muchas ocasiones nos ocultaba lo que hacía, aún cuando fuese evidente que no lo habíamos visto más que un ratito en todo el día. Es más, su salida no fue más que una de esas «profecías auto-cumplidas»: tanto pensó que lo espiábamos y lo vigilábamos que terminamos espiándolo y vigilándolo. Así fue como descubrimos que casi todos los días iba a algún supermercado de la cadena Éxito, que compraba con compulsión ropa interior masculina (le llegamos a descubrir paquetes como de veinte piezas), que acumulaba comida y numerosos suplementos alimenticios en su cuarto, etc. Su delirio de persecución nos hizo sospechar también de sus actividades en la Internet, a la que ingresaba todos los días y de la que, según intentaba, borraba todo el historial de navegación. Y digo que lo intentaba porque yo mismo, buscando entre las «cookies», unos archivos ocultos que sirven para identificar a qué páginas entra uno, encontré algunas fotos que apuntaban a la dirección de un sitio de hombres vestidos en ropa interior. Además, mucha gente lo vio caminar hablando por el templo, como si oyese sus propios pensamientos en voz alta, le hicieran comentarios y él dialogara con éstos. Digo, hay que orar, pero cuando platicas en voz alta todos los días sin excepción y sin dar testimonio de tu oración en tu vida, es probable que un fusible se te haya fundido, ¿cierto? Por último, sus relaciones interpersonales se deterioraron, y era muy introvertido. Era el único de todos nosotros que nunca hacía apostolado. Por caracterizarlo de alguna manera, sin considerarme psicólogo ni psiquiatra, y sin querer faltar a la caridad, diría que descubrimos en él cierto cuadro de esquizofrenia. Yo mismo propuse a los hermanos que si algún Padre encontraba la misma evidencia que nosotros conocíamos y él nos echaba la culpa, entonces pidiéramos que le aplicasen algún examen psicológico o alguna prueba psiquiátrica.

La gota que derramó el vaso, parece ser, fue una carta el Maestro vio en la computadora y que estaría redactada como si fuese el mismo Maestro el que la firmase. Después del descubrimiento, el mismo Jaime habría pedido salir de la comunidad, adelantándose, para que no le pidiesen explicaciones. Lo que más me sorprende es que no pudo haber un dialogo previo con nuestro Maestro para comunicarle lo que pensábamos sobre él, porque cuantas veces lo intentamos él mismo defendía a su connacional diciendo o que era su personalidad, o que no le aceptábamos, o que nos burlábamos del pobre. Cuando las cosas cayeron por su propio peso, sólo nos enteramos que se iba por una pregunta indiscreta de una hermana vicentina, como te comenté la semana pasada, pero no sabíamos la fecha ni la hora, así que, la noche del viernes que fue a buscarnos para despedirse, ya estábamos dormidos o a punto de hacerlo, por lo que, al menos yo, no pude decirle que se lo había dicho tantas veces. Ah, también me quedó claro el poco apoyo de su familia para seguir esta opción.

A pesar de eso, la noche del mismo sábado celebramos con mucha alegría la eucaristía en la que dos de nuestros hermanos colombianos, Fredy Armando y Jaiver, fueron admitidos al Postulantado. Como es normal en todas las congregaciones, el Postulantado es una etapa en la formación religiosa previa al Noviciado que consiste en pedir ser tomado en cuenta para ingresar a la comunidad. Por usar un símil, es como tocar a la puerta del monasterio y gritar: «aquí estoy, ábranme, por favor, para seguir a Cristo como ustedes». A Freddy le regalé El amor más grande, un libro que recopila reflexiones de la beata Madre Teresa de Calcuta. Espero que le sirva como a mí me ha servido la frase del evangelio que le da título: «El amor más grande es éste: dar la vida por los amigos» (Jn 15, 13).

Nosotros, por nuestra parte, cumplimos este día siete de febrero seis meses de Noviciado. No faltó, como ya se nos va haciendo costumbre, la reunión mensual para evaluar cómo vamos. Parece que este mes el Maestro hará énfasis en la parte de la pobreza. Por lo pronto, ya nos dio un repaso de los aspectos que implica profesar los tres votos desde las Constituciones, haciendo hincapié en el de la pobreza. Me gustó repasar los artículos que tratan estas cuestiones, y como que con seis meses de experiencia les cogí un sabor más profundo.

Por último, como sabes, el miércoles inició la cuaresma con el rito antiguo de la imposición de la ceniza, rito que por acá se hace con ceniza húmeda que parece casi lodo. Y, como es tradicional en muchos lugares, antes de tan solemne día hubo numerosos carnavales, de los cuales los de por acá los pudimos ver por televisión. El principal es el Carnaval de Barranquilla, considerado Patrimonio Oral de la Humanidad por la UNESCO, y del cual están muy orgullosos todos los colombianos.

Busca primero el reinado de Dios.
Charly

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