jueves, marzo 24, 2005

 

Semana 33

Hola, ¿qué más?

Acá de pronto nos llegó la Semana Santa. Todos los que seguimos este caminar a lo largo de cuarenta días, sabemos lo sabia que fue la Iglesia cuando lo instituyó. Existe una expresión popular que afirma que algo es «tan largo como la Cuaresma» cuando es cansado y aburrido. Para mí y, pienso, para los que andamos el camino, no es en realidad tan largo y sí muy provechoso, sobre todo las eucaristías de los domingos cuando toca el Ciclo A de lecturas bíblicas, como este año.

Este domingo fue ya el Domingo de Ramos. Tres chicos llegaron a la Comunidad a pasar una semana de experiencia vocacional según aquella enigmática invitación del Señor: «Ven y lo verás». Bueno, pues como es tradicional entre los católicos de todo el mundo, hicimos nuestras procesiones por las calles de nuestro barrio. Como te he contado en otras ocasiones, yo voy en especial a la Capilla San Andrés Apóstol. La de nosotros no fue una procesión largísima, pero nos tocó pasar frente al templo de nuestros hermanos cristianos y, conforme avanzamos por la Calle 81, se nos fueron uniendo más y más personas y, cuando ingresamos a la Capilla mucha gente se tuvo que quedar afuera escuchando la celebración.

Desde el lunes no hubo ningún servicio en el comedor. El resto de la semana organizamos una sencilla Pascua Infantil. Se trata de tres días de actividades matutinas para que los peladitos (así dicen acá a los chiquillos) se integren al sentido especial de esta semana. A mí me tocó estar entre los organizadores, auxiliando a los hermanos júniores Yobany (así escriben aquí este nombre) y Farid. Pero el trabajo pesado lo hicieron los jóvenes y adolescentes de los grupos de la Parroquia. Y lo hicieron muy bien, a pesar de lo que uno pudiera pensar por su corta edad.

En esas andaba cuando el martes santo me llegó una sorpresa del cielo. Vino de visita a la comunidad la mamá de Heinz Breynner (otro nombre que me parece raro, para variar), uno de nuestros hermanos menores. Con ella tuve una plática muy larga y, por gracia de Dios, muy profunda que me ayudó a entender mucho mejor a este buen amigo que es apenas aspirante y que cumplía años al día siguiente, el 23 de marzo. Esta buena señora vive en Bogotá, la capital de este país, y estará con nosotros hasta la mañana del domingo de Pascua.

Por su parte, Paco ha estado escribiendo, preparando y dirigiendo el montaje de una obra de teatro para este viernes santo. Se supone que saldrá espectacular, al menos eso esperan, porque hasta en el radio han anunciado que su realización.

La noche del miércoles vimos un asalto en el camino que tomamos todos los días. Estas últimas dos semanas hemos estado saliendo muy tarde de la casa parroquial por el trabajo de preparación para los días santos, así que eran más de las diez de la noche. Teníamos que cruzar el puente de Juanchito sobre el río Cauca para salir de la ciudad y dirigirnos a la finca donde dormimos.

Déjame decirte que el río Cauca es el segundo río de Colombia en importancia, después del Magdalena –a uno de cuyos brazos se une al final–, por su longitud y su caudal. En la parte del Valle es navegable. Aunque está muy contaminado sigue regando los sembradíos de todo el Departamento, de él se pueden extraer grava y arena para la construcción. Este río, como supondrás, sirve de límite natural a la ciudad y al municipio de Cali. El barrio de nuestra Parroquia está junto al río y en una de las riberas del mismo río se ubica esa zona de invasión que te he mencionado antes, conocida como “el Jarillón”.

Bueno, pues, para cruzar el río están levantados varios puentes colgantes grandes y firmes, pero que pueden ser puntos peligrosos de acceso de guerrilla o narcotráfico. Por eso casi siempre hay vigilancia policíaca en las cercanías. De hecho, esa misma noche había un retén a unos cien metros del puente. Íbamos en la buseta; el Padre Pedro, de conductor. En el que cruzamos, en la Carrera 8ª, en uno de los extremos, hay un callejón que da acceso al “Jarillón”. Allí un grupo de adolescentes le quitó, pistola en mano, su bicicleta a un pobre que se dejó cuando pasaba por allí. La huída, con seguridad, fue muy fácil porque allí la policía no entra a esas horas.

Digo que a quien le robaron era pobre porque aquí la mayoría de los pobres anda en bicicleta. El transporte público no está subsidiado. Hay mucha gente en bici: es común ver hasta tres personas subidos en una sola; al inicio me daba risa ver esas escenas, pero luego uno entiende que, en las condiciones actuales, sólo los ricos pueden tener carro. Los estratos socioeconómicos medios usan motocicletas para transportarse: he visto muchos hombres en traje y mujeres con vestido ¡y hasta viejitas! subidas a éstas. Todos usan casco y chaleco reflejante con el número de matrícula del vehículo. De hecho, me asombró también la cantidad de motos que he visto. A diferencia de las bicicletas, en las motos está prohibido llevar un varón como compañía o, como dicen, “de parrillero”, dado el alto número de sicarios que hasta hace poco usaron este modalidad para atacar y huir con rapidez. A mí me molestó el tener que dar preferencia de circulación tanto a las ciclas como a las motos, aun cuando vayan en los carriles centrales a baja velocidad.

Sólo los domingos, en algunas vías, se establece un carril exclusivo para los bicicleteros, aunque, en realidad, es una medida que nada más beneficia a los deportistas y no a quienes usan este medio a diario.

Otra cosa curiosa es ver vehículos de producción nacional junto a la gran variedad de marcas a las que yo estaba acostumbrado (Audi, BMW, Chevrolet, Chrysler, Fiat, Ford, Honda, Land Rover, Mercedes Benz, Mitsubishi, Nissan, Peugeot, Porsche, Renault, Seat, Toyota, Volkswagen y Volvo), al lado de otras importadas y para mí más extrañas e insólitas de las que he estado tomando nota, por ejemplo: Bronto, Citroën, Daihatsu, Hino, Hyundai (¿sabías que el Atos no es de Dodge?), Iveco, Jia, Lada, Mack, Mazda, Skoda, Ssangyong, Subaru y hasta Daewoo (¿qué no hacían televisiones y radios nada más?). Pero eso sí, todos carísimos. Por ponerte un ejemplo, el Jetta del año –que casi no he visto por acá– tendría un valor equivalente en dólares americanos a USD$ 31600. O un vochito modelo 98 algo así como USD$ 7200. Parece que cuestan tanto cuando son importados por los impuestos, los seguros y los aranceles.

Respecto a las motos, predominan también las marcas orientales como Honda, Kawasaki, Yamaha y Suzuki, aunque también hay otras más raras, como Bajaj, Jialing, Jncheng, Koremoto, Kymco, KTM, y algunas pocas Peugeot o United Motors. ¿Alguien dijo Harley-Davidson? Olvídenlo.

Las vías, por otro lado, no son buenas, al menos las que conozco. Dicen que en toda Colombia la mejor red vial es la del Valle del Cauca. Si ésta es la mejor, ¡así estarán las demás! Por ejemplo, la carretera Cali – Candelaria, de la que tomamos todos los días unos quince kilómetros, sólo tiene dos carriles ¡y se emocionan porque le están agregando un acotamiento a cada lado! El camino a Buga que tomé hace unas semanas es bueno y casi recto, pero también sólo tiene dos carriles.

Otra cosa que puede parecer interesante es la nomenclatura vial usada en Cali, y parece que en la mayoría de Colombia. No más para que cheques el dato: ¡muy pocas calles tienen nombre propio! Sí, así es. Para esto la organización es un poco más compleja, pero a la larga mucho más lógica que la de estarse aprendiendo una secuencia de mil nombres distintos.

El sistema consiste en comenzar por distinguir la dirección en la que están trazadas las calles. Las que van de norte a sur son llamadas «calles», así de simple. Las que llevan de oriente a poniente, aquí viene la novedad, son conocidas como «carreras». Novedad para mí, porque, por ejemplo, desde la época de la Colonia se conoce como «carrera de Indias» a la navegación que se hacía de Europa a estas tierras con naves que iban y volvían con mercaderías. Y si en alguna parte hay un trazo vial que esté torcido, puede llamarse «diagonal». A cada vía se le asigna un número consecutivo partiendo del centro de la ciudad. A las calles al norte del centro se les agrega la indicación: «calle norte». Mientras que a las carreras que también están al norte se les cambia el nombre por el de «avenidas», pero siguen el trazo oriente-poniente. Así que sólo hay «calles», «carreras», «avenidas» y «diagonales». Las pocas que tienen nombre en seguida son reconocidas: La Avenida Roosevelt, la Avenida Ciudad de Cali, la Simón Bolívar, la Avenida Colombia, entre otras. Para armar las direcciones se coloca primero el tipo y número de la vía sobre la que se está, luego un signo de gato (que se lee: «con») y el tipo y número de la calle con la que se hace esquina y, por último, el número de predio: la Parroquia tiene, por ejemplo, como ya te había dicho, la dirección postal así: Calle 76 # Carrera 7 H-Bis – 00, lo que indica con claridad que estamos en una Calle muy al oriente, lejos del centro de la ciudad (a 76 calles), y un poco al sur del mismo centro, en una esquina (lote 00).

Como sea, dicen que hasta hace cuatro años las carreteras de este país eran intransitables por ser dominio de la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y los oportunistas. Pero, si en algo ha ayudado este gobierno ha sido en esto: el tránsito tranquilo entre las ciudades. Yo te diría que si pensabas participar en un vía crucis «en vivo» para este viernes santo, no más vente acá.

Busca primero el reinado de Dios.
Charly

Comentarios: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?