jueves, marzo 31, 2005

 

Semana 34

Hola, ¿qué más?

Felices fiestas de Pascua: «éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo, aleluya».

Déjame confiarte que estos días por acá fueron espectaculares. Como siempre, mucha gente asistiendo a los oficios de la Semana Santa. El Jueves Santo los Padres en la Parroquia han implantado la costumbre de celebrar unos ágapes que recuerdan aquellas comidas religiosas de los cristianos de las comunidades primitivas, comidas que manifestaban la caridad que los unía. Esa misma tarde, en la Capilla San Andrés Apóstol donde, como te he comentado antes, he estado ayudando desde que llegué a la Comunidad de Cali, tuvimos la celebración de eucaristía vespertina en memoria de la Cena del Señor, ésa en la que él mismo lavó los pies a sus discípulos, aún sabiendo que uno de ellos lo entregaría. Presidió el Padre Ismael. Al mismo tiempo los otros Padres y hermanos hacían los oficios en las otras capillas y en la Iglesia Parroquial. A diferencia de lo que dice el Misal, en estas tierras se acostumbra que al final haya una Hora Santa lo más solemne posible. Para esto las mujeres y las religiosas que también colaboran en esta Capilla adornaron muy bien el lugar donde se colocó la custodia. También hicieron lo mismo en las otras capillas y en la Parroquia.

El Viernes Santo el recorrido del Vía crucis inició temprano a las 8 de la mañana, para no quemarse bajo el sol caleño, y duró unas tres horas con unas dos mil personas siguiendo las huellas del que lo recorrió primero… Ni mandado a hacer nos hubiera salido el efecto que el cielo nos regaló cuando una nube oscureció el sol justo cuando meditamos sobre la muerte de Jesús.

Por televisión vimos otro vía crucis: el de Su Santidad Juan Pablo II sentado por primera vez de espaldas a la cámara, abrazando una cruz en su capilla privada después de su última estancia en el Policlínico Gemeli. Es una de esas escenas que jamás olvidaré por sus múltiples significados, pero sobre todo por la carga de sufrimiento que llenaba la pantalla.

Y vimos otro más: el de Iztapalapa en mi Ciudad de México. Sin duda el más grande del mundo en cuanto a número de asistentes.

Por la noche, después de la Adoración de la Cruz, se representó la Pasión de nuestro Señor en el gimnasio (acá le llaman «coliseo») del Colegio Fundación Santa Isabel de Hungría. La obra fue anunciada hasta por radio, así que hubo lleno total. El hermano Paco estuvo entre los escritores y directores de la obra, pero el que se llevó el protagónico fue mi connovicio Alexander que se postuló para el papel de Jesús y, como también él estaba entre los organizadores, no tuvo problemas para conseguirlo. Según Alex, él era la mejor opción porque se sabía el papel a la perfección… Como resultó evidente, me parece necesario no sólo saberse los diálogos, sino también el parecido físico y la preparación espiritual.

Entre los efectos de ambientación hubo uno inesperado: cuando se representaba la Última Cena las dos lámparas con diesel que estaban a los lados y que ambientaban bastante bien la escena comenzaron a echar sendas columnas de humo. La gente comenzó a gritar y a salirse para llamar la atención pero nadie las apagaba. Yo que estaba videograbando escuché al Padre Pedro preguntar: « ¿Qué están esperando? ¿Que se salga toda la gente? ». Con destreza las pudo retirar Yobany. Nos enteramos que Daniel, el aspirante, fue quien llenó en exceso los depósitos. Pero, si no lo hubiera hecho, no hubiésemos tenido de qué ni de quién reírnos toda la semana.

El sábado tuvimos la Vigilia Pascual también en el Coliseo. Hubo lleno absoluto y fue mi oportunidad para estar juicioso (así dicen acá a la persona ocupada), con la tecnología del Padre Pedro pude trabajar con apoyo multimedia para que todo saliera a pedir de boca. Trabajé una presentación con diapositivas de PowerPoint y colocamos una pantalla grande (como de unos cuatro metros por seis). Usamos con esto la cámara de video de tal manera que alterné el uso del proyector entre las diapositivas y el video en “circuito cerrado” de manera que, al menos según mi humilde parecer, se veía profesional a pesar de los pocos elementos.

La señora Fabiola, mamá de Breynner, se quedó con nosotros hasta el Domingo de Pascua, cuando tuvo que salir para Bogotá y regresar a su trabajo. No sé cómo ni porqué, pero al final de la Vigilia me dejó a su hijo como un encargo, como su encargo más valioso. Dios me ayude y me de ánimo para cumplirle.

Para finalizar tanto trajín, el lunes fuimos de paseo a una finca hermosa en el municipio vecino de Jamundí, al sur de Cali, que nos prestó el Director del Colegio. La pasamos chévere.

Busca primero el reinado de Dios.
Charly

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