jueves, abril 14, 2005
Semana 36
Hola.
Espero te encuentres muy bien.
Esta semana la estancia del Padre Marcelo de la Provincia de Argentina ha roto un poco nuestra habitual rutina. Hemos tenido con él charlas y espacios breves para compartir sobre la historia teatina, la de su país y la suya propia.
El viernes en la clase de la CRC-Cali me preguntaron, a modo de provocación, si acaso tenía sueño, es decir, si había madrugado para ver (a las dos de la mañana) la transmisión en vivo de las exequias papales. Claro que no lo hice, aunque la decisión de dormir como de costumbre fue más a modo de protesta contra el papismo que te comentaba la semana pasada que por no querer. -No niego un pequeño remordimiento de conciencia ya que en otras ocasiones no me he perdido eventos televisados así fuesen a esas horas: partidos, celebraciones de inauguración o de clausura de las olimpiadas, bodas reales. - De todas maneras pude ver los ritos completos en las innumerables repeticiones que presentaron las televisoras. Es curioso que la gente se asombre de estos ritos, y lo es, me parece, por dos motivos: el primero es que los gestos, los actos y las palabras de las exequias son casi los mismos que se han usado siempre (salvo algunos toques personales que para éstas les imprimió el mismo Juan Pablo II). Riqueza de símbolos, pues, pero nada novedosos, incluso más sencillos que en ocasiones precedentes. Y el segundo motivo que me llama la atención es la ignorancia, no digo ya entre los fieles, sino aún entre los mismos religiosos y sacerdotes, del significado de estos rituales o de algunas de sus disposiciones. Es cierto, de hecho, que gran parte de la feligresía sabe de todo esto hasta ahora porque nunca había conocido a otro Papa. Es que fueron muchos años. Otra curiosidad fue la intervención de un expositor frente a la pregunta de un televidente: es ahora que no hay Papa cuando el Espíritu Santo guía a la Iglesia. Sí, pero cuando hay Papa, ¿el Espíritu Santo no la dirige?...
Ya para el sábado volvimos a tener clases con el reverendo fraile franciscano Luis Patiño, esta vez hablamos del voto de obediencia y de los modelos distintos que hay de ocupar el puesto de superior religioso. Esa misma noche me preguntó Carlos, mi tocayo, qué tipo de superior preferiría yo ahora, apunto de empezar el Capítulo de mi Provincia en México, si uno líder, uno gerencial, uno maternal o uno profético. Yo le respondí que mejor me lo reservaba porque podía quedar el mismo padre que está ahora, como de hecho pasó, según nos informaron después en un correo electrónico.
Bueno, después del susto que me dio ver al Cardenal Ratzinger presidiendo los funerales, -ya sabes, enseguida como que uno como que huele humo de hoguera inquisitorial-, el domingo pude subir, por fin, la versión en construcción de la página Web de la comunidad teatina aquí en Cali. Ojalá la puedas visitar, la dirección es:
http://www.teatino.com/cali
Para esta página la ayuda del Padre Jaime desde Béjar (España) ha sido para mí invaluable y muy pedagógica.
Carta circular del Prepósito General de la Orden de Clérigos Regulares sobre la Pascua 2005
El día lunes la Comunidad recibió la Carta circular del Prepósito General sobre la Pascua 2005 en unos ejemplares que trajo el Padre Marcelo. El texto, que recogí de un correo electrónico, era el siguiente:
Al margen el Escudo del Prepósito General.
Membrete: Il Preposito Generale Dei Chierici Regolari
A los Consultores Generales,
a los Prepósitos Provinciales,
a las Comunidades Locales,
a las Religiosas hijas de la Venerable Madre Úrsula Benincasa,
a los devotos de San Cayetano,
a los familiares, amigos y bienhechores,
a la Familia Seglar Teatina.
1. Una Virtud para «tiempos de Indigencia»
Próxima ya la celebración del Misterio Pascual, la santa y gloriosa floración de toda la realidad de la Iglesia y del mundo, vuelvo a dirigirme con gran alegría fraternal a cada uno de vosotros. ¡Felices fiestas en la Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor! De ellas nos vienen, cuajados y admirables, los «frutos benditos» de la esperanza. Ojalá la Divina Providencia nos conceda dejarnos sostener por la «hermana más pequeña y frágil de las virtudes teologales», como la llamaba el poeta Francés Ch. Pèguy.
Comienzo por traer a colación unos versos hermosísimos del profeta Isaías: «No recordéis lo de antaño; no penséis en lo antiguo. Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando. ¿No lo notáis? (43, 18-19).
El profeta entona un canto de ánimo en momentos en los que parece que no hay futuro para su pueblo, dado que las condiciones ambientales existentes pueden socavar la fidelidad de Israel. Isaías asegura: si confiamos en nuestro Dios tendremos porvenir ¡No dimitamos de la esperanza!
Nosotros sabemos que el carisma teatino está habitado por la esperanza y que ésta es una virtud que jamás decae ni desiste si se le permite al Espíritu Santo su mantenimiento y su guía. Sabemos también, pues lo estamos experimentando en la actualidad, cuánta vigilancia y esfuerzo supone no desalentarse y no aparcar la vocación en el arcén de un pasado sin las dificultades de ahora.
Estamos, es cierto, atravesando unas circunstancias erizadas de impedimentos para todo lo espiritual y cristiano, y no digamos para la vida consagrada. Tanto la cultura y el pensamiento dominante como los hábitos que ellos generan tienden a “jubilarnos” en el desanimo. La mayor tentación actual es precisamente la de encerrarnos en nuestras ancianidades, o en la añoranza de los tiempos pasados y en posturas insolidarias. “Sálvese cada cual como pueda”, suele decirse en ocasiones de peligro.
Mas he aquí al profeta Isaías saliéndonos al paso con su “canción de esperanza”: «No recordéis lo de antaño», o lo que es lo mismo: No añoréis los tiempos de grandeza y prestigio, advertid que las circunstancias difíciles son las de la pequeña virtud de la esperanza, prestad atención a lo nuevo que trae consigo la Providencia. Mirad al futuro con la confianza puesta en el Señor.
2. Apuntar hacia lo nuevo
Ojalá Dios nuestro Señor nos provea del convencimiento y del ardor necesarios para saber y experimentar que en cada coyuntura histórica estamos convocados a caminar hacia lo nuevo. Lo que hoy nos ocurre ha de llevarnos a preguntarnos: ¿No estaremos acaso viviendo una “teatinidad” envejecida? ¿No puede suceder que nuestra consagración a Dios y la comunión fraterna que teológicamente de ella dimana se haya un tanto anquilosado? Lo parecemos demostrar con esa manera de ir aquí y allá con tanta sobrecarga de desentusiasmo carismático encima y la poca atención que prestamos a la santa y gozosa fraternidad latente en nuestro carisma.
¿No será que hemos dejado de frecuentar los parajes en los que florece todo lo nuevo? El vigor de la vida espiritual de cada uno y la intersubjetividad caritativa brotan del dejarse obrar por la acción renovadora del Espíritu Santo. Sin Él todo está árido.
Tiene Schillebech un libro que oportunamente se titula: Dios, futuro del hombre. La verdadera relación con Dios apunta cada nueva jornada a la siguiente. «Danos, Padre, el pan nuestro del mañana», suplicamos en la oración aprendida de Jesús. El P. Antonio Oliver decía que en la medida en que nos hacemos capaces de renunciar a lo ya vivido somos lo que somos.
Estamos llamados a “cambiar de registro” y a esforzarnos con valor y coraje a ser de verdad los teatinos y las teatinas que Dios quiere que seamos a partir de ahora. “Con la que está cayendo”, como suelen decir los campesinos cuando la tormenta arrecia sobre sus siembras. ¡Saldrá el sol de nuevo!
Se trata de aprender a saber mirar y escuchar la realidad “teológicamente”. Es decir, al modo de la Divina Providencia, para quien la historia de la salvación no se manifiesta en las cosechas grandiosas sino en los “pequeños brotes de la primavera” siempre cuajados de esperanzas. A las teatinas y los teatinos de hoy en día Dios nos está requiriendo que prestemos atención a los signos menores y sencillos, a cuanto es humilde e insignificante.
La humildad es el surco del futuro. Nuestro carisma no tiene nada que ver con lo gigantesco y poderoso. Mientras preparamos nuestros corazones a la gran celebración de la Pascua, primavera de la Iglesia y del mundo, conviene que nos fijemos en las yemas primaverales que están brotando entre nosotros. Para muestra basta un botón: La pequeña germinación colombiana de lo teatino en Santiago de Cali; el humilde trabajo de la Provincia de México en el suburbio de Puebla; la cantidad de energía pastoral de las hermanas y hermanos en Brasil que están presentes en los ámbitos de la marginación social; la incansable y denodada promoción vocacional, tan dificultosa, en Colorado, Estados Unidos; los balbucientes pasos primerizos de la recién nacida Provincia de Argentina; el aguante contra viento y marea en una atmósfera terriblemente materialista y secularizada de Italia, España y Holanda.
Lejos de ceder a ningún desánimo hemos de apoyarnos en la fragilidad de la esperanza y abrir los ojos hacia lo nuevo que está viniendo.
Dios quiera que la próxima celebración del Misterio Pascual nos “convierta” a la esperanza activa para hoy, no para luego. Es la hora de la esperanza y de la confianza absoluta en la Providencia. Nos corresponde a todos y cada uno de nosotros ayudarnos recíprocamente a peregrinar a las regiones de lo nuevo. Dios quiera que nos ofrezcamos unos a otros pequeñas racioncillas de esperanza. No necesitamos cantidades industriales de ella. Basta con un minúsculo brote. «En el pequeño piñón está el pino entero», decía Antonio Oliver.
Que ninguna teatina ni ningún teatino –aspirantes, postulantes, novicios, jóvenes, mayores–, ni nadie de nuestra Familia Seglar, se retire a sus “cuarteles de invierno” individual. Es la hora de la comunión. Todo asomo de aislacionismo es suicida. «Los suicidas nunca cruzan los trigos» escribió el poeta manchego Eladio Cabañero. La maduración de las mieses acontecerá en los campos de la fraternidad
3. Activar la esperanza
En el recorrido de nuestra Familia el Señor nos ha hecho llegar a un punto en el que precisamos, tal vez más que en ocasiones precedentes, poner en su hora justa las manecillas del reloj de la esperanza, sabiendo que esta es la “providencia” de cuantos piensan que toda ya terminado; la “tranquila alegría” que regala Dios a quienes conservan pese a todo un corazón de niño; la “riqueza” incalculable de los pobres, la “segura e inquebrantable firmeza de los frágiles”; la “lámpara encendida” de aquellos que llenos de miedo han de cruzar el corazón de la noche; la “casa abierta y acogedora” de la sororidad y la fraternidad siempre dispuestas y francas.
La esperanza es abandonarse en las manos de Dios Padre cuando las circunstancias y los momentos son realmente críticos. Los actuales parecen una “travesía del desierto” y nos piden imitar al anciano Abrahán. Si como él nos fiamos de la palabra de Dios, a pesar de los pesares tendremos “porvenir”. Dios es siempre fiel, y tiene planes y estrategias que no se basan ni en fuerza ni capacidades humanas, sino en lo diminuto e inerme.
La confianza en la Providencia se traduce en el reconocimiento que para quien cree todo es puntual y precario menos la esperanza. «Gracias a su tenaz esperanza, alcanzó Abrahán la realización de la promesa», dice la Carta a los Hebreos (6, 15); y también: «Nos acogemos a la esperanza como áncora segura y firme para nuestra vida» (6, 19).
La esperanza es la virtud teatina por excelencia y el nuestro un carisma que se templa en la dificultad. Nada, pues, nos tendría que amedrentar; y si las cosas ahora vienen mal, habrá que armarse de valor, y de humildad sobre todo de cara al mañana que vendrá cuando Dios quiera.
La situación sociológica actual –el laicismo militante, la congelación de los valores religiosos, la impugnación de la que es objeto la iglesia– trae ciertamente consigo el peligro de poder hacernos caer en la tentación de atrincherarnos en el pesimismo y la queja diciéndonos: “este ciclo se acabó, no tenemos ya nada que hacer”; o recluirnos en la añoranza: “antes todo era gratificante, pues contábamos con influencias y prestigios”. Sin embargo, el profeta Isaías entona en tiempos invernales su “canción de esperanza” a las ramas tiernas que germinan. Lo cual significa que, según el Señor, lo grandioso y gigantesco no es tan rentable como pensamos. Son más bien los gestos menores y los trabajos modestos y sencillos los que aseguran el mañana precisamente cuando parece que todo es inútil.
Mirada así la situación sociológica actual puede convertirse en una ocasión de gracia y un reclamo a la purificación del carisma. La “canción por los pequeños brotes de la primavera” nos invita a volver los ojos a nuestros orígenes: cuando San Cayetano y los primeros teatinos se decidieron a fundar esta “povera compagnia” de sacerdotes sin rentas y atados a la “cruz desnuda” que formamos.
Debemos, pues, dar las gracias a la Providencia Divina por esta época de indigencia. No nos lamentemos, seamos realísticamente optimistas.
4. Una Teatinidad para nuestro tiempo
Debemos proponernos ser teatinos y teatinas hoy haciéndonos conscientes de que para lograrlo nos hemos de apoyar en los cargos y las cargas que los demás no quieren, los sitios callados, los trabajos menos vistosos, los campos de presencia irrelevantes, las pequeñas diaconías, los silencios elocuentes traducidos en gestos apenas perceptibles, pudorosos y hasta incluso tímidos.
También por estos caminos debe ir la Familia Seglar Teatina: los Centros de Día, los grupos Manos Providentes, las Caritas San Cayetano, los Asilos San Andrés Avelino, las Archicofradías del Escapulario Azul, los Talleres de oración Virgen de la Providencia… Esta es la dirección que apunta hacia lo nuevo la virtud de la esperanza. «No añoréis los tiempos pasados. Mirad que realizo algo nuevo. ¿No lo notáis? Ya está brotando». Es el tiempo de la pascua florida que nace de la Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor.
Enrolarse a esta “nueva teatinidad” tiene un precio: el que cuesta seguir realmente a Jesús y el que supone vivir con fidelidad incansable la “comunión fraterna” concretada en gestos recíprocos de atención, diálogo, corresponsabilidad, servicio generoso y disposiciones samaritanas en la comunidad local, en la Provincia y en toda nuestra Familia.
Durante mis diferentes contactos con las distintas Casas, he pensado mucho en la necesidad que en el día de hoy tenemos de reconstruir las dos dimensiones nucleares de lo teatino: «La adhesión personal al Señor» (cf. Constituciones, n. 1) y «la vida fraterna en común» (cf. Constituciones, nn. 7-10).
Confieso que a Dios gracias he podido tocar con mis propias manos cómo en nuestra pequeña planta familiar van surgiendo brotes nuevos. Pero he advertido a la vez las carencias que sufrimos en lo que hace referencia a la Vida interior personal y a la Espiritualidad de Comunión. Las dos dejan bastante que desear. No es extraño, por tanto, que las dificultades hoy existentes para la vida consagrada nos afecten como nos afectan. Incluso es bien probable que mucho de lo que se echa en falta se deba a esa poca vida espiritual y a la fraternidad flojamente anudada. Como sigamos sin “reforzar” estos dos pilares continuaremos estando siempre al borde de la extinción.
5. ¿Rehenes de la Exterioridad?
En la actualidad padecemos una cierta “alergia” al recogimiento y la oración. Como afirma un escritor nada sospechoso de ortodoxia nos hemos convertido en «rehenes de la exterioridad». Basta, por ejemplo, fijarnos en cómo “practicamos” los ejercicios Espirituales anuales. Los reducimos, a veces, a oír una serie de charlas y aprovechar los tiempos libres para menesteres que en esos días no vienen al caso. Deberíamos, por contra, hacer cuanto se precisa para frecuentar «el piso de arriba» (Hch 1, 13): El contacto personal y comunitario cálido con el Misterio.
¿Cuál es la causa de que nos resulte tan difícil el “silencio religioso”? La falta de sensibilidad y aprecio por lo “mistagógico”. O somos los «adoradores de Dios en espíritu y en verdad» (Jn 4, 22), o la vida consagrada que hemos profesado es mera etiqueta o un envoltorio externo, un aplique sin consistencia
He aquí una serie urgente de preguntas para todos:
¿Cómo es nuestra vida de oración? ¿Cuándo nos buscan nos encuentran en la Capilla? Ésta ciertamente no falta en ninguna de nuestras casas, pero, ¿es habitual que acudamos a ella para transcurrir largo tiempo en presencia del Señor en sosegada y profunda intimidad con Él? ¿No solemos decir que la “profecía” fermenta en la “mística”? Decidamos, pues, entonces que sea así.
Sin dimensión mistagógica somos simplemente “mano de obra”, meros activistas de la pastoral. Situado fuera del alcance de la onda del Espíritu de Jesús todo carisma se atrofia. ¿Podemos olvidar que debemos estar inmersos en la corriente carismática de San Cayetano y de la Venerable Madre Úrsula?
Ante todo somos los “guardianes del santuario”. Sólo su lámpara nos alumbra, y únicamente a ella ha de llevar nuestra esperanza para que no languidezca. No serán los planes y estrategias “pastorales” los que mantendrán resplandecientes las señales del Reino. Este ha de suplicarse. «Venga a nosotros tu Reino» es el clamor de los pequeños y menesterosos.
Hemos de persuadirnos que los “pequeños brotes primaverales” no fructificarán si nuestra vida está desarraigada de Jesús. Él nos dejó dicho: «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Todo sarmiento mío que no permanece en Mí no da fruto, Sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 1-8). ¿Hemos olvidado esta existencia evangélica? Lo parece.
6.- ¿Una fraternidad de baja tensión?
En lo que atañe a la «vida fraterna en común» se detecta una forma de pertenencia débil o de baja tensión. ¿Cómo no estar convencidos que el “tiempo nuevo” que apunta no vendrá sino a través de una relación mutua vigorosa? ¿Qué movió a San Cayetano en el momento de la fundación de nuestra Compañía? ¡La restauración de la “Vita Apostolica”! Leamos a este propósito el proemio y el primer capítulo de nuestras Constituciones. ¿Qué llevó a Madre Úrsula Benincasa a hacer de su Casa de Sant’Elmo una “sororidad” extática de comunión en el Señor? El deseo de vivir de manera exagerada la entrega absoluta a Dios y la caridad que está por encima de los demás carismas (1Cor. 13, 1-7). Si no nos preocupamos por continuar actualizando en nosotros el espíritu de Cayetano y de Úrsula, no digamos que somos “teatinos”.
La consecuencia lógica de la carencia de comunión fraterna es convertirnos en “trabajadores autónomos”: “mi parroquia, mi casa rectoral… con un cuadro de san Cayetano o de nuestra Señora de la Pureza basta para recordarnos que somos teatinos”. Aunque nos comportemos luego más bien como meros curas diocesanos, pero aislados, sin embargo, del Presbiterio local que también ocurre. Ni estamos con la Provincia religiosa ni con la Iglesia territorial.
El peligro es evidente: que los jóvenes de nuestras Casas de formación, sólo vean el siguiente porvenir: “un día tendré yo también mi parroquia, mi casa, mi coche, la secretaria, los grupos de laicos a mi modo y manera; y, con algo de suerte, si me destinan a un lugar que ofrezca más comodidades y éxitos y prestigios humanos mejor qué mejor”. Es vocación de “ejecutivos”, no de sacerdotes y de misioneros.
En modo alguno puede ir por tales derroteros nuestra vida consagrada. Ésta únicamente se desenvuelve a través de los caminos de la renuncia a cuanto tenga visos de confort y de grandeza. El Evangelio lo descalifica terminantemente. Hay, pues, que estar por la austeridad y la fraternidad. Se trata de recuperar una gozosa y santa fraternidad humilde, gracias a la cual, el corazón libre de todos los fardos de las “conveniencias” sociales y de cualquier clase de fingimiento e hipocresía, descubre el milagro del amor entregado y recibido. La consagración religiosa requiere esencialmente “hacer camino juntos” como hermanos en el Señor. Y sin bastón ni dos túnicas para el viaje (Lc 9, 3).
7. Una “conversión” a la teatinidad
Para el presente sexenio (2003-2009) el Consejo General ha puesto en marcha desde sus primeros pasos las siguientes áreas con sus respectivas comisiones: “Vida espiritual y litúrgica”, “Vida comunitaria y apostólica”, “Promoción vocacional y formación” y “Economía y comunicación de bienes”. Debiéramos implicarnos en ellas con mayor lealtad y entusiasmo de lo que lo estamos haciendo.
Ha sonado, la hora de una “conversión” profunda a la teatinidad precisamente gracias a estos tiempos de dificultades. ¡Benditas dificultades si somos capaces de descubrir en ellas la gracia de Dios, que nos está exigiendo inclusión, solidaridad y proyectos en común! Más que en tiempos precedentes precisamos en los de hoy tener claro que no somos un archipiélago de islotes en los que cada quien, al modo de Robisón Crusoe, se busca su propio refugio. Somos una “Communio” en el Espíritu.
La próxima celebración de los Sagrados Misterios de la Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor ojalá nos ayude a redescubrir que, aunque el recorrido en la búsqueda del Reino de Dios lo hagamos cada cual en nuestro propio carromato, todos formamos parte de la misma caravana. Hemos de rechazar, por lo tanto, cualquier clase de “ipsismo fragmentario” y pensar “en clave católica”. Católico significa «comunión universal»: Lo que ocurre en Santiago de Cali repercute en Son Espanyolet de Palma de Mallorca; cuanto sucede en Puebla de los Ángeles moviliza el corazón de quienes viven en Nápoles; aquello que acontece en Minas Gerais se siente en Villa Adelina; las inquietudes de Blerick son las de Colorado, etc., etc.
Ningún teatino del mundo puede encerrarse en su casa y quedarse tranquilo cuando las campanas de la Providencia se ponen a repicar la alegría de la Pascua Florida. La Pascua del Señor es el «tiempo nuevo» anunciado en los versos de Isaías. Hagamos caso de la recomendación del Apóstol: «Quitad la levadura vieja para ser masa nueva» (1 Cor 5, 7). E igualmente: «Sí hemos sido sepultados en Cristo… es para que andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4).
¿Cómo se hace patente la vida nueva en Cristo Jesús? En el amor a los hermanos. Hoy entre nosotros este amor fraterno requiere que lo “globalicemos”. Es la “teología” que quiere estar en el fondo del área de “economía y comunicación de bienes”. Su planteamiento y actividades no pueden reducirse a una mera cuestión administrativa si sabemos que algunas Provincias son pobres en recursos materiales mientras otras lo son en vocaciones. Antes éstas –España, Italia– fueron capaces con gran espíritu de generosidad de hacer posible la existencia de lo teatino en Colorado, México, Brasil, Argentina. Lo religioso en Europa es contracultural. En América Latina por el contrario, a Dios gracias, aún no es así; pero sufre una enorme carencia de posibilidades para hacer frente a distintas urgencias y de un modo especial a los seminarios.
¿Consentiremos en encogernos de hombros despreocupados, dejándonos de ayudar unos a otros según cuanto Dios a cada quien nos ha regalado? Releamos el texto, tan teatino, del Libro de los Hechos: «Todos perseveraban en la unión fraterna, en la fracción de pan y en las oraciones… Vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno» (2, 42-45).
8. «Ya está brotando. ¿No lo notáis?»
Mis queridos hermanas y hermanos: vamos a procurar “renovar” entre todos esta familia surgida de la inspiración de San Cayetano y Madre Ursula. Son dos grandes guías extraordinarios. Contemos con su ayuda. No solamente los teatinos y las teatinas religiosos, sino también los seglares agregados a esta espiritualidad con la que cuenta la Santa Comunión de la Iglesia.
Me es muy grato concluir esta carta de Pascua dirigiéndome particularmente a vosotros, apreciados hermanos seglares teatinos de todo el mundo: Están brotando gérmenes primaverales en esta época en verdad difícil para la vida cristiana. «Procedamos con limpieza de vida, con conocimientos de las cosas de Dios con paciencia, con bondad, penetrados del Espíritu Santo, con un amor sincero, apoyados en la palabra de verdad y en la fuerza de Dios» (2 Cor 6, 6-7). «Unos nos ensalzan y otros nos denigran; unos nos calumnian y otros nos alaban. Se nos considera impostores, aunque decimos la verdad; quieren ignorarnos, pero somos bien conocidos; estamos al borde de la muerte, pero seguimos con vida; nos castigan, pero no nos causan la muerte; nos tienen por tristes, pero estamos siempre alegres; nos consideran pobres, pero enriquecemos a muchos; piensan que no tenemos nada, pero lo poseemos todo» (2 Cor 6, 8-10).
Nosotros, justamente por ser teatinos, no hemos de consentir instalarnos en la queja y la desesperanza. Lo teatino es optimista. Isaías nos dice de parte de Dios: «No recordéis lo de antaño; no penséis en lo antiguo. Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando. ¿No lo notáis?».
Ni que decir tiene que están germinando dentro de nuestra familia signos primaverales: España en momentos de suma necesidad se volcó en Colombia; Brasil acaba de aportar dos religiosos sacerdotes, uno a Estados Unidos y otro a Italia; México en su día hizo también lo mismo con España. Sant’Andrea della Valle y la Provincia italiana están ayudando con aportaciones económicas importantes a Brasil.
Vamos en buena dirección. Más importa que reforcemos nuestra vida interior y apretemos los vínculos de comunión. El futuro vendrá por estas sendas, o no vendrá. Yo ruego a todos que volvamos los ojos a nuestro “ser” y procuremos actuar en consecuencia. Se lo pido con toda el alma. Sí nacimos como fermento de reforma, ¿qué hacemos si no nos “reformamos” nosotros primero constantemente? La próxima celebración de la Pascua es una muy oportuna ocasión para meditar en ello.
Felices Fiestas a todos. Un fuerte abrazo en Cristo Resucitado.
P. Valentín Arteaga, C.R.
Prepósito General
En Sant’Andrea della Valle, Roma, 21 de febrero, 2005.
Tránsito del Venerable P. Francisco Olimpio, C. R. (Nápoles, 1639).
Después de leer esta carta, mi comentario fue que es muy clara y directa. Mi Maestro dijo que sería menos extensa si no tuviese tanta poética.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Espero te encuentres muy bien.
Esta semana la estancia del Padre Marcelo de la Provincia de Argentina ha roto un poco nuestra habitual rutina. Hemos tenido con él charlas y espacios breves para compartir sobre la historia teatina, la de su país y la suya propia.
El viernes en la clase de la CRC-Cali me preguntaron, a modo de provocación, si acaso tenía sueño, es decir, si había madrugado para ver (a las dos de la mañana) la transmisión en vivo de las exequias papales. Claro que no lo hice, aunque la decisión de dormir como de costumbre fue más a modo de protesta contra el papismo que te comentaba la semana pasada que por no querer. -No niego un pequeño remordimiento de conciencia ya que en otras ocasiones no me he perdido eventos televisados así fuesen a esas horas: partidos, celebraciones de inauguración o de clausura de las olimpiadas, bodas reales. - De todas maneras pude ver los ritos completos en las innumerables repeticiones que presentaron las televisoras. Es curioso que la gente se asombre de estos ritos, y lo es, me parece, por dos motivos: el primero es que los gestos, los actos y las palabras de las exequias son casi los mismos que se han usado siempre (salvo algunos toques personales que para éstas les imprimió el mismo Juan Pablo II). Riqueza de símbolos, pues, pero nada novedosos, incluso más sencillos que en ocasiones precedentes. Y el segundo motivo que me llama la atención es la ignorancia, no digo ya entre los fieles, sino aún entre los mismos religiosos y sacerdotes, del significado de estos rituales o de algunas de sus disposiciones. Es cierto, de hecho, que gran parte de la feligresía sabe de todo esto hasta ahora porque nunca había conocido a otro Papa. Es que fueron muchos años. Otra curiosidad fue la intervención de un expositor frente a la pregunta de un televidente: es ahora que no hay Papa cuando el Espíritu Santo guía a la Iglesia. Sí, pero cuando hay Papa, ¿el Espíritu Santo no la dirige?...
Ya para el sábado volvimos a tener clases con el reverendo fraile franciscano Luis Patiño, esta vez hablamos del voto de obediencia y de los modelos distintos que hay de ocupar el puesto de superior religioso. Esa misma noche me preguntó Carlos, mi tocayo, qué tipo de superior preferiría yo ahora, apunto de empezar el Capítulo de mi Provincia en México, si uno líder, uno gerencial, uno maternal o uno profético. Yo le respondí que mejor me lo reservaba porque podía quedar el mismo padre que está ahora, como de hecho pasó, según nos informaron después en un correo electrónico.
Bueno, después del susto que me dio ver al Cardenal Ratzinger presidiendo los funerales, -ya sabes, enseguida como que uno como que huele humo de hoguera inquisitorial-, el domingo pude subir, por fin, la versión en construcción de la página Web de la comunidad teatina aquí en Cali. Ojalá la puedas visitar, la dirección es:
http://www.teatino.com/cali
Para esta página la ayuda del Padre Jaime desde Béjar (España) ha sido para mí invaluable y muy pedagógica.
Carta circular del Prepósito General de la Orden de Clérigos Regulares sobre la Pascua 2005
El día lunes la Comunidad recibió la Carta circular del Prepósito General sobre la Pascua 2005 en unos ejemplares que trajo el Padre Marcelo. El texto, que recogí de un correo electrónico, era el siguiente:
Al margen el Escudo del Prepósito General.
Membrete: Il Preposito Generale Dei Chierici Regolari
A los Consultores Generales,
a los Prepósitos Provinciales,
a las Comunidades Locales,
a las Religiosas hijas de la Venerable Madre Úrsula Benincasa,
a los devotos de San Cayetano,
a los familiares, amigos y bienhechores,
a la Familia Seglar Teatina.
1. Una Virtud para «tiempos de Indigencia»
Próxima ya la celebración del Misterio Pascual, la santa y gloriosa floración de toda la realidad de la Iglesia y del mundo, vuelvo a dirigirme con gran alegría fraternal a cada uno de vosotros. ¡Felices fiestas en la Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor! De ellas nos vienen, cuajados y admirables, los «frutos benditos» de la esperanza. Ojalá la Divina Providencia nos conceda dejarnos sostener por la «hermana más pequeña y frágil de las virtudes teologales», como la llamaba el poeta Francés Ch. Pèguy.
Comienzo por traer a colación unos versos hermosísimos del profeta Isaías: «No recordéis lo de antaño; no penséis en lo antiguo. Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando. ¿No lo notáis? (43, 18-19).
El profeta entona un canto de ánimo en momentos en los que parece que no hay futuro para su pueblo, dado que las condiciones ambientales existentes pueden socavar la fidelidad de Israel. Isaías asegura: si confiamos en nuestro Dios tendremos porvenir ¡No dimitamos de la esperanza!
Nosotros sabemos que el carisma teatino está habitado por la esperanza y que ésta es una virtud que jamás decae ni desiste si se le permite al Espíritu Santo su mantenimiento y su guía. Sabemos también, pues lo estamos experimentando en la actualidad, cuánta vigilancia y esfuerzo supone no desalentarse y no aparcar la vocación en el arcén de un pasado sin las dificultades de ahora.
Estamos, es cierto, atravesando unas circunstancias erizadas de impedimentos para todo lo espiritual y cristiano, y no digamos para la vida consagrada. Tanto la cultura y el pensamiento dominante como los hábitos que ellos generan tienden a “jubilarnos” en el desanimo. La mayor tentación actual es precisamente la de encerrarnos en nuestras ancianidades, o en la añoranza de los tiempos pasados y en posturas insolidarias. “Sálvese cada cual como pueda”, suele decirse en ocasiones de peligro.
Mas he aquí al profeta Isaías saliéndonos al paso con su “canción de esperanza”: «No recordéis lo de antaño», o lo que es lo mismo: No añoréis los tiempos de grandeza y prestigio, advertid que las circunstancias difíciles son las de la pequeña virtud de la esperanza, prestad atención a lo nuevo que trae consigo la Providencia. Mirad al futuro con la confianza puesta en el Señor.
2. Apuntar hacia lo nuevo
Ojalá Dios nuestro Señor nos provea del convencimiento y del ardor necesarios para saber y experimentar que en cada coyuntura histórica estamos convocados a caminar hacia lo nuevo. Lo que hoy nos ocurre ha de llevarnos a preguntarnos: ¿No estaremos acaso viviendo una “teatinidad” envejecida? ¿No puede suceder que nuestra consagración a Dios y la comunión fraterna que teológicamente de ella dimana se haya un tanto anquilosado? Lo parecemos demostrar con esa manera de ir aquí y allá con tanta sobrecarga de desentusiasmo carismático encima y la poca atención que prestamos a la santa y gozosa fraternidad latente en nuestro carisma.
¿No será que hemos dejado de frecuentar los parajes en los que florece todo lo nuevo? El vigor de la vida espiritual de cada uno y la intersubjetividad caritativa brotan del dejarse obrar por la acción renovadora del Espíritu Santo. Sin Él todo está árido.
Tiene Schillebech un libro que oportunamente se titula: Dios, futuro del hombre. La verdadera relación con Dios apunta cada nueva jornada a la siguiente. «Danos, Padre, el pan nuestro del mañana», suplicamos en la oración aprendida de Jesús. El P. Antonio Oliver decía que en la medida en que nos hacemos capaces de renunciar a lo ya vivido somos lo que somos.
Estamos llamados a “cambiar de registro” y a esforzarnos con valor y coraje a ser de verdad los teatinos y las teatinas que Dios quiere que seamos a partir de ahora. “Con la que está cayendo”, como suelen decir los campesinos cuando la tormenta arrecia sobre sus siembras. ¡Saldrá el sol de nuevo!
Se trata de aprender a saber mirar y escuchar la realidad “teológicamente”. Es decir, al modo de la Divina Providencia, para quien la historia de la salvación no se manifiesta en las cosechas grandiosas sino en los “pequeños brotes de la primavera” siempre cuajados de esperanzas. A las teatinas y los teatinos de hoy en día Dios nos está requiriendo que prestemos atención a los signos menores y sencillos, a cuanto es humilde e insignificante.
La humildad es el surco del futuro. Nuestro carisma no tiene nada que ver con lo gigantesco y poderoso. Mientras preparamos nuestros corazones a la gran celebración de la Pascua, primavera de la Iglesia y del mundo, conviene que nos fijemos en las yemas primaverales que están brotando entre nosotros. Para muestra basta un botón: La pequeña germinación colombiana de lo teatino en Santiago de Cali; el humilde trabajo de la Provincia de México en el suburbio de Puebla; la cantidad de energía pastoral de las hermanas y hermanos en Brasil que están presentes en los ámbitos de la marginación social; la incansable y denodada promoción vocacional, tan dificultosa, en Colorado, Estados Unidos; los balbucientes pasos primerizos de la recién nacida Provincia de Argentina; el aguante contra viento y marea en una atmósfera terriblemente materialista y secularizada de Italia, España y Holanda.
Lejos de ceder a ningún desánimo hemos de apoyarnos en la fragilidad de la esperanza y abrir los ojos hacia lo nuevo que está viniendo.
Dios quiera que la próxima celebración del Misterio Pascual nos “convierta” a la esperanza activa para hoy, no para luego. Es la hora de la esperanza y de la confianza absoluta en la Providencia. Nos corresponde a todos y cada uno de nosotros ayudarnos recíprocamente a peregrinar a las regiones de lo nuevo. Dios quiera que nos ofrezcamos unos a otros pequeñas racioncillas de esperanza. No necesitamos cantidades industriales de ella. Basta con un minúsculo brote. «En el pequeño piñón está el pino entero», decía Antonio Oliver.
Que ninguna teatina ni ningún teatino –aspirantes, postulantes, novicios, jóvenes, mayores–, ni nadie de nuestra Familia Seglar, se retire a sus “cuarteles de invierno” individual. Es la hora de la comunión. Todo asomo de aislacionismo es suicida. «Los suicidas nunca cruzan los trigos» escribió el poeta manchego Eladio Cabañero. La maduración de las mieses acontecerá en los campos de la fraternidad
3. Activar la esperanza
En el recorrido de nuestra Familia el Señor nos ha hecho llegar a un punto en el que precisamos, tal vez más que en ocasiones precedentes, poner en su hora justa las manecillas del reloj de la esperanza, sabiendo que esta es la “providencia” de cuantos piensan que toda ya terminado; la “tranquila alegría” que regala Dios a quienes conservan pese a todo un corazón de niño; la “riqueza” incalculable de los pobres, la “segura e inquebrantable firmeza de los frágiles”; la “lámpara encendida” de aquellos que llenos de miedo han de cruzar el corazón de la noche; la “casa abierta y acogedora” de la sororidad y la fraternidad siempre dispuestas y francas.
La esperanza es abandonarse en las manos de Dios Padre cuando las circunstancias y los momentos son realmente críticos. Los actuales parecen una “travesía del desierto” y nos piden imitar al anciano Abrahán. Si como él nos fiamos de la palabra de Dios, a pesar de los pesares tendremos “porvenir”. Dios es siempre fiel, y tiene planes y estrategias que no se basan ni en fuerza ni capacidades humanas, sino en lo diminuto e inerme.
La confianza en la Providencia se traduce en el reconocimiento que para quien cree todo es puntual y precario menos la esperanza. «Gracias a su tenaz esperanza, alcanzó Abrahán la realización de la promesa», dice la Carta a los Hebreos (6, 15); y también: «Nos acogemos a la esperanza como áncora segura y firme para nuestra vida» (6, 19).
La esperanza es la virtud teatina por excelencia y el nuestro un carisma que se templa en la dificultad. Nada, pues, nos tendría que amedrentar; y si las cosas ahora vienen mal, habrá que armarse de valor, y de humildad sobre todo de cara al mañana que vendrá cuando Dios quiera.
La situación sociológica actual –el laicismo militante, la congelación de los valores religiosos, la impugnación de la que es objeto la iglesia– trae ciertamente consigo el peligro de poder hacernos caer en la tentación de atrincherarnos en el pesimismo y la queja diciéndonos: “este ciclo se acabó, no tenemos ya nada que hacer”; o recluirnos en la añoranza: “antes todo era gratificante, pues contábamos con influencias y prestigios”. Sin embargo, el profeta Isaías entona en tiempos invernales su “canción de esperanza” a las ramas tiernas que germinan. Lo cual significa que, según el Señor, lo grandioso y gigantesco no es tan rentable como pensamos. Son más bien los gestos menores y los trabajos modestos y sencillos los que aseguran el mañana precisamente cuando parece que todo es inútil.
Mirada así la situación sociológica actual puede convertirse en una ocasión de gracia y un reclamo a la purificación del carisma. La “canción por los pequeños brotes de la primavera” nos invita a volver los ojos a nuestros orígenes: cuando San Cayetano y los primeros teatinos se decidieron a fundar esta “povera compagnia” de sacerdotes sin rentas y atados a la “cruz desnuda” que formamos.
Debemos, pues, dar las gracias a la Providencia Divina por esta época de indigencia. No nos lamentemos, seamos realísticamente optimistas.
4. Una Teatinidad para nuestro tiempo
Debemos proponernos ser teatinos y teatinas hoy haciéndonos conscientes de que para lograrlo nos hemos de apoyar en los cargos y las cargas que los demás no quieren, los sitios callados, los trabajos menos vistosos, los campos de presencia irrelevantes, las pequeñas diaconías, los silencios elocuentes traducidos en gestos apenas perceptibles, pudorosos y hasta incluso tímidos.
También por estos caminos debe ir la Familia Seglar Teatina: los Centros de Día, los grupos Manos Providentes, las Caritas San Cayetano, los Asilos San Andrés Avelino, las Archicofradías del Escapulario Azul, los Talleres de oración Virgen de la Providencia… Esta es la dirección que apunta hacia lo nuevo la virtud de la esperanza. «No añoréis los tiempos pasados. Mirad que realizo algo nuevo. ¿No lo notáis? Ya está brotando». Es el tiempo de la pascua florida que nace de la Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor.
Enrolarse a esta “nueva teatinidad” tiene un precio: el que cuesta seguir realmente a Jesús y el que supone vivir con fidelidad incansable la “comunión fraterna” concretada en gestos recíprocos de atención, diálogo, corresponsabilidad, servicio generoso y disposiciones samaritanas en la comunidad local, en la Provincia y en toda nuestra Familia.
Durante mis diferentes contactos con las distintas Casas, he pensado mucho en la necesidad que en el día de hoy tenemos de reconstruir las dos dimensiones nucleares de lo teatino: «La adhesión personal al Señor» (cf. Constituciones, n. 1) y «la vida fraterna en común» (cf. Constituciones, nn. 7-10).
Confieso que a Dios gracias he podido tocar con mis propias manos cómo en nuestra pequeña planta familiar van surgiendo brotes nuevos. Pero he advertido a la vez las carencias que sufrimos en lo que hace referencia a la Vida interior personal y a la Espiritualidad de Comunión. Las dos dejan bastante que desear. No es extraño, por tanto, que las dificultades hoy existentes para la vida consagrada nos afecten como nos afectan. Incluso es bien probable que mucho de lo que se echa en falta se deba a esa poca vida espiritual y a la fraternidad flojamente anudada. Como sigamos sin “reforzar” estos dos pilares continuaremos estando siempre al borde de la extinción.
5. ¿Rehenes de la Exterioridad?
En la actualidad padecemos una cierta “alergia” al recogimiento y la oración. Como afirma un escritor nada sospechoso de ortodoxia nos hemos convertido en «rehenes de la exterioridad». Basta, por ejemplo, fijarnos en cómo “practicamos” los ejercicios Espirituales anuales. Los reducimos, a veces, a oír una serie de charlas y aprovechar los tiempos libres para menesteres que en esos días no vienen al caso. Deberíamos, por contra, hacer cuanto se precisa para frecuentar «el piso de arriba» (Hch 1, 13): El contacto personal y comunitario cálido con el Misterio.
¿Cuál es la causa de que nos resulte tan difícil el “silencio religioso”? La falta de sensibilidad y aprecio por lo “mistagógico”. O somos los «adoradores de Dios en espíritu y en verdad» (Jn 4, 22), o la vida consagrada que hemos profesado es mera etiqueta o un envoltorio externo, un aplique sin consistencia
He aquí una serie urgente de preguntas para todos:
¿Cómo es nuestra vida de oración? ¿Cuándo nos buscan nos encuentran en la Capilla? Ésta ciertamente no falta en ninguna de nuestras casas, pero, ¿es habitual que acudamos a ella para transcurrir largo tiempo en presencia del Señor en sosegada y profunda intimidad con Él? ¿No solemos decir que la “profecía” fermenta en la “mística”? Decidamos, pues, entonces que sea así.
Sin dimensión mistagógica somos simplemente “mano de obra”, meros activistas de la pastoral. Situado fuera del alcance de la onda del Espíritu de Jesús todo carisma se atrofia. ¿Podemos olvidar que debemos estar inmersos en la corriente carismática de San Cayetano y de la Venerable Madre Úrsula?
Ante todo somos los “guardianes del santuario”. Sólo su lámpara nos alumbra, y únicamente a ella ha de llevar nuestra esperanza para que no languidezca. No serán los planes y estrategias “pastorales” los que mantendrán resplandecientes las señales del Reino. Este ha de suplicarse. «Venga a nosotros tu Reino» es el clamor de los pequeños y menesterosos.
Hemos de persuadirnos que los “pequeños brotes primaverales” no fructificarán si nuestra vida está desarraigada de Jesús. Él nos dejó dicho: «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Todo sarmiento mío que no permanece en Mí no da fruto, Sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 1-8). ¿Hemos olvidado esta existencia evangélica? Lo parece.
6.- ¿Una fraternidad de baja tensión?
En lo que atañe a la «vida fraterna en común» se detecta una forma de pertenencia débil o de baja tensión. ¿Cómo no estar convencidos que el “tiempo nuevo” que apunta no vendrá sino a través de una relación mutua vigorosa? ¿Qué movió a San Cayetano en el momento de la fundación de nuestra Compañía? ¡La restauración de la “Vita Apostolica”! Leamos a este propósito el proemio y el primer capítulo de nuestras Constituciones. ¿Qué llevó a Madre Úrsula Benincasa a hacer de su Casa de Sant’Elmo una “sororidad” extática de comunión en el Señor? El deseo de vivir de manera exagerada la entrega absoluta a Dios y la caridad que está por encima de los demás carismas (1Cor. 13, 1-7). Si no nos preocupamos por continuar actualizando en nosotros el espíritu de Cayetano y de Úrsula, no digamos que somos “teatinos”.
La consecuencia lógica de la carencia de comunión fraterna es convertirnos en “trabajadores autónomos”: “mi parroquia, mi casa rectoral… con un cuadro de san Cayetano o de nuestra Señora de la Pureza basta para recordarnos que somos teatinos”. Aunque nos comportemos luego más bien como meros curas diocesanos, pero aislados, sin embargo, del Presbiterio local que también ocurre. Ni estamos con la Provincia religiosa ni con la Iglesia territorial.
El peligro es evidente: que los jóvenes de nuestras Casas de formación, sólo vean el siguiente porvenir: “un día tendré yo también mi parroquia, mi casa, mi coche, la secretaria, los grupos de laicos a mi modo y manera; y, con algo de suerte, si me destinan a un lugar que ofrezca más comodidades y éxitos y prestigios humanos mejor qué mejor”. Es vocación de “ejecutivos”, no de sacerdotes y de misioneros.
En modo alguno puede ir por tales derroteros nuestra vida consagrada. Ésta únicamente se desenvuelve a través de los caminos de la renuncia a cuanto tenga visos de confort y de grandeza. El Evangelio lo descalifica terminantemente. Hay, pues, que estar por la austeridad y la fraternidad. Se trata de recuperar una gozosa y santa fraternidad humilde, gracias a la cual, el corazón libre de todos los fardos de las “conveniencias” sociales y de cualquier clase de fingimiento e hipocresía, descubre el milagro del amor entregado y recibido. La consagración religiosa requiere esencialmente “hacer camino juntos” como hermanos en el Señor. Y sin bastón ni dos túnicas para el viaje (Lc 9, 3).
7. Una “conversión” a la teatinidad
Para el presente sexenio (2003-2009) el Consejo General ha puesto en marcha desde sus primeros pasos las siguientes áreas con sus respectivas comisiones: “Vida espiritual y litúrgica”, “Vida comunitaria y apostólica”, “Promoción vocacional y formación” y “Economía y comunicación de bienes”. Debiéramos implicarnos en ellas con mayor lealtad y entusiasmo de lo que lo estamos haciendo.
Ha sonado, la hora de una “conversión” profunda a la teatinidad precisamente gracias a estos tiempos de dificultades. ¡Benditas dificultades si somos capaces de descubrir en ellas la gracia de Dios, que nos está exigiendo inclusión, solidaridad y proyectos en común! Más que en tiempos precedentes precisamos en los de hoy tener claro que no somos un archipiélago de islotes en los que cada quien, al modo de Robisón Crusoe, se busca su propio refugio. Somos una “Communio” en el Espíritu.
La próxima celebración de los Sagrados Misterios de la Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor ojalá nos ayude a redescubrir que, aunque el recorrido en la búsqueda del Reino de Dios lo hagamos cada cual en nuestro propio carromato, todos formamos parte de la misma caravana. Hemos de rechazar, por lo tanto, cualquier clase de “ipsismo fragmentario” y pensar “en clave católica”. Católico significa «comunión universal»: Lo que ocurre en Santiago de Cali repercute en Son Espanyolet de Palma de Mallorca; cuanto sucede en Puebla de los Ángeles moviliza el corazón de quienes viven en Nápoles; aquello que acontece en Minas Gerais se siente en Villa Adelina; las inquietudes de Blerick son las de Colorado, etc., etc.
Ningún teatino del mundo puede encerrarse en su casa y quedarse tranquilo cuando las campanas de la Providencia se ponen a repicar la alegría de la Pascua Florida. La Pascua del Señor es el «tiempo nuevo» anunciado en los versos de Isaías. Hagamos caso de la recomendación del Apóstol: «Quitad la levadura vieja para ser masa nueva» (1 Cor 5, 7). E igualmente: «Sí hemos sido sepultados en Cristo… es para que andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4).
¿Cómo se hace patente la vida nueva en Cristo Jesús? En el amor a los hermanos. Hoy entre nosotros este amor fraterno requiere que lo “globalicemos”. Es la “teología” que quiere estar en el fondo del área de “economía y comunicación de bienes”. Su planteamiento y actividades no pueden reducirse a una mera cuestión administrativa si sabemos que algunas Provincias son pobres en recursos materiales mientras otras lo son en vocaciones. Antes éstas –España, Italia– fueron capaces con gran espíritu de generosidad de hacer posible la existencia de lo teatino en Colorado, México, Brasil, Argentina. Lo religioso en Europa es contracultural. En América Latina por el contrario, a Dios gracias, aún no es así; pero sufre una enorme carencia de posibilidades para hacer frente a distintas urgencias y de un modo especial a los seminarios.
¿Consentiremos en encogernos de hombros despreocupados, dejándonos de ayudar unos a otros según cuanto Dios a cada quien nos ha regalado? Releamos el texto, tan teatino, del Libro de los Hechos: «Todos perseveraban en la unión fraterna, en la fracción de pan y en las oraciones… Vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno» (2, 42-45).
8. «Ya está brotando. ¿No lo notáis?»
Mis queridos hermanas y hermanos: vamos a procurar “renovar” entre todos esta familia surgida de la inspiración de San Cayetano y Madre Ursula. Son dos grandes guías extraordinarios. Contemos con su ayuda. No solamente los teatinos y las teatinas religiosos, sino también los seglares agregados a esta espiritualidad con la que cuenta la Santa Comunión de la Iglesia.
Me es muy grato concluir esta carta de Pascua dirigiéndome particularmente a vosotros, apreciados hermanos seglares teatinos de todo el mundo: Están brotando gérmenes primaverales en esta época en verdad difícil para la vida cristiana. «Procedamos con limpieza de vida, con conocimientos de las cosas de Dios con paciencia, con bondad, penetrados del Espíritu Santo, con un amor sincero, apoyados en la palabra de verdad y en la fuerza de Dios» (2 Cor 6, 6-7). «Unos nos ensalzan y otros nos denigran; unos nos calumnian y otros nos alaban. Se nos considera impostores, aunque decimos la verdad; quieren ignorarnos, pero somos bien conocidos; estamos al borde de la muerte, pero seguimos con vida; nos castigan, pero no nos causan la muerte; nos tienen por tristes, pero estamos siempre alegres; nos consideran pobres, pero enriquecemos a muchos; piensan que no tenemos nada, pero lo poseemos todo» (2 Cor 6, 8-10).
Nosotros, justamente por ser teatinos, no hemos de consentir instalarnos en la queja y la desesperanza. Lo teatino es optimista. Isaías nos dice de parte de Dios: «No recordéis lo de antaño; no penséis en lo antiguo. Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando. ¿No lo notáis?».
Ni que decir tiene que están germinando dentro de nuestra familia signos primaverales: España en momentos de suma necesidad se volcó en Colombia; Brasil acaba de aportar dos religiosos sacerdotes, uno a Estados Unidos y otro a Italia; México en su día hizo también lo mismo con España. Sant’Andrea della Valle y la Provincia italiana están ayudando con aportaciones económicas importantes a Brasil.
Vamos en buena dirección. Más importa que reforcemos nuestra vida interior y apretemos los vínculos de comunión. El futuro vendrá por estas sendas, o no vendrá. Yo ruego a todos que volvamos los ojos a nuestro “ser” y procuremos actuar en consecuencia. Se lo pido con toda el alma. Sí nacimos como fermento de reforma, ¿qué hacemos si no nos “reformamos” nosotros primero constantemente? La próxima celebración de la Pascua es una muy oportuna ocasión para meditar en ello.
Felices Fiestas a todos. Un fuerte abrazo en Cristo Resucitado.
P. Valentín Arteaga, C.R.
Prepósito General
En Sant’Andrea della Valle, Roma, 21 de febrero, 2005.
Tránsito del Venerable P. Francisco Olimpio, C. R. (Nápoles, 1639).
Después de leer esta carta, mi comentario fue que es muy clara y directa. Mi Maestro dijo que sería menos extensa si no tuviese tanta poética.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly