jueves, mayo 12, 2005
Semana 40
Hola, ¿qué tal?
La madre, para todos, es alguien muy importante. Por eso, acá también la celebran en mayo, pero en el segundo domingo como los gringos.
Como los gringos, por cierto, los colombianos aquí hacen varias cosas más: les imitan en los horarios de comidas y en el gusto por las guerras; a la capital nacional le reconocieron un territorio especial (el nombre oficial es: Bogotá, D. C. –como Washington, D. C., pues–); aunque es un país centralista, tiene un Congreso que sesiona en un Capitolio y una de cuyas cámaras es la de Representantes. En un castellano lleno de anglicismos llaman “bananos” a los plátanos, “drogas” a los medicamentos, “droguerías” a las farmacias, “buses” a los camiones y “parqueaderos” a los estacionamientos. La medida común del sistema de pesas es la libra (casi medio kilo) y 25 libras hacen una arroba. Dicen que los estratos medios quisieran ser estadounidenses –mientras que los pobres quisieran ser, aunque sea, mexicanos y los ricos, europeos–. Una señal de esto es quizá la cantidad de nombres personales anglosajones que he escuchado: Alexander, Anderson, Alison, Brandon, Carol, Cristhian, Harold, Jonathan, Jordan, Juliet, Junior, Kelly, Kevin, Milton, Richard, Vivian, William, Wily y –el caso más chistoso– una niña llamada Pamela Anderson; también están aquellos nombres escritos con mucha imaginación y poca ortografía, como por ejemplo: Brayan, Dayana, Edwuar, Estefany, Evelin, Genifer, John Fredy, Joan, Johana, Leidi, Michel, Nilson, Stiven, Yan, Yeison, Yeny, Yon, Yovany, Yuli; por último, una serie de nombres de table dance: Alexandra, Angelo, Briggitte, Brynner, Darling, Einer, Faisuly, Farid o Faride, Geraldine, Giovanni, Heinz, Hernando, Ingrid, Jailer, Jainer, Janier, Leider, Mariayi, Merly, Xiomara, Yajaira, Yarisa y Yuri e innumerables nuevos nombres extravagantes. Los casos, si no me crees, están documentados.
En fin, este domingo Día de las Madres fuimos de paseo a un centro recreativo conocido como Yanaconas –no sé si también yo prefiero los nombres gringos–, de la empresa de salud Comfenalco. El lugar, antes casa de formación de los Hermanos Maristas, es un paraíso enclavado en la montaña, justo atrás del Cristo Rey que domina Cali. Su pasado religioso se revela de hecho en algunos de sus atractivos: una escultura monumental de la Virgen María, a la que sólo se puede llegar después de caminar 45 minutos, y un sistema rústico para decantar agua que dibuja en el piso una custodia, y los sagrados corazones de Jesús y de María.
La excursión la organizaron los directores de la obra de teatro que se montó en la Semana Santa, como estímulo a todos los que tuvieron algo que ver con ella. Yo, aunque sólo estuve grabándola, también fui invitado y aproveché para distraerme un poco de la rutina semanal. Desde que llegamos, muchos de nosotros nos anotamos para la “caminata extrema” que estaban organizando los animadores del lugar. Aunque antes de partir nos habían advertido que en verdad sería extenuante, no lo creímos hasta cuando llevábamos una hora caminando en la montaña. Al final del recorrido se llega al Río Pichindé, cristalino generoso en frutas y donde se podría uno meter a nadar con más confianza si no bajara el agua tan fría. Lo mejor del recorrido fue la subida de regreso, que pocos aguantamos sin pausas. El paisaje, las plantas y el río valieron la ida, así no hubiésemos nadado, bailado y jugado tanto como los hicimos el resto del día.
El lunes fue día de asueto por la fiesta de las madres del día anterior –así de absurdo–, y amanecí tan cansado que no parecía hubiera descansado antes. Como no tuvimos actividades en Cali y era un día comunitario, pasamos la mañana todos juntos en la finca trabajando en el acondicionamiento de la misma. Tras esa misma jornada se me ocurrió que quizá deberíamos agregar al perfil, que elaboramos alguna vez, del teatino en Colombia esto de trabajar como albañil, vestir como rico, tener modales de señorito y comer como pobre.
El 10 de mayo, como mexicano con mucha… clase, hablé a casa para felicitar a mamá y preguntarle a mi hermana cómo le celebraría. A propósito, esta vez me dio gusto saber que ya casi entra a trabajar a ¿un año? de estar de baquetona.
Después de días de relativa calma, el miércoles por la noche mientras trabajaba en la computadora junto a Paco, sentimos que el edificio se movía y escuchamos tres veces como un trueno al que seguía un apagón. Sin estar muy seguros de lo que sucedía porque ni llovía ni había relámpagos, Paco y yo subimos a la azotea a tratar de escuchar mejor y mirar los alrededores. Desde allá vimos a José salir corriendo de su cuarto, por si las dudas, según después explicó riéndose. Ya para la tercera vez no tuvimos duda que se trataba de explosiones, así que pedimos a los que tenían radio que lo prendieran por si decían algo. Ni en el radio ni en la televisión dijeron nada al respecto, sino hasta el día siguiente, cuando nos enteramos que se trató de bombas que un grupo hizo estallar para derribar algunas torres de luz. No es que no le quiera hacer caso a mi hermanita, pero el peligro no lo busco yo, está a la vuelta de la esquina.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
La madre, para todos, es alguien muy importante. Por eso, acá también la celebran en mayo, pero en el segundo domingo como los gringos.
Como los gringos, por cierto, los colombianos aquí hacen varias cosas más: les imitan en los horarios de comidas y en el gusto por las guerras; a la capital nacional le reconocieron un territorio especial (el nombre oficial es: Bogotá, D. C. –como Washington, D. C., pues–); aunque es un país centralista, tiene un Congreso que sesiona en un Capitolio y una de cuyas cámaras es la de Representantes. En un castellano lleno de anglicismos llaman “bananos” a los plátanos, “drogas” a los medicamentos, “droguerías” a las farmacias, “buses” a los camiones y “parqueaderos” a los estacionamientos. La medida común del sistema de pesas es la libra (casi medio kilo) y 25 libras hacen una arroba. Dicen que los estratos medios quisieran ser estadounidenses –mientras que los pobres quisieran ser, aunque sea, mexicanos y los ricos, europeos–. Una señal de esto es quizá la cantidad de nombres personales anglosajones que he escuchado: Alexander, Anderson, Alison, Brandon, Carol, Cristhian, Harold, Jonathan, Jordan, Juliet, Junior, Kelly, Kevin, Milton, Richard, Vivian, William, Wily y –el caso más chistoso– una niña llamada Pamela Anderson; también están aquellos nombres escritos con mucha imaginación y poca ortografía, como por ejemplo: Brayan, Dayana, Edwuar, Estefany, Evelin, Genifer, John Fredy, Joan, Johana, Leidi, Michel, Nilson, Stiven, Yan, Yeison, Yeny, Yon, Yovany, Yuli; por último, una serie de nombres de table dance: Alexandra, Angelo, Briggitte, Brynner, Darling, Einer, Faisuly, Farid o Faride, Geraldine, Giovanni, Heinz, Hernando, Ingrid, Jailer, Jainer, Janier, Leider, Mariayi, Merly, Xiomara, Yajaira, Yarisa y Yuri e innumerables nuevos nombres extravagantes. Los casos, si no me crees, están documentados.
En fin, este domingo Día de las Madres fuimos de paseo a un centro recreativo conocido como Yanaconas –no sé si también yo prefiero los nombres gringos–, de la empresa de salud Comfenalco. El lugar, antes casa de formación de los Hermanos Maristas, es un paraíso enclavado en la montaña, justo atrás del Cristo Rey que domina Cali. Su pasado religioso se revela de hecho en algunos de sus atractivos: una escultura monumental de la Virgen María, a la que sólo se puede llegar después de caminar 45 minutos, y un sistema rústico para decantar agua que dibuja en el piso una custodia, y los sagrados corazones de Jesús y de María.
La excursión la organizaron los directores de la obra de teatro que se montó en la Semana Santa, como estímulo a todos los que tuvieron algo que ver con ella. Yo, aunque sólo estuve grabándola, también fui invitado y aproveché para distraerme un poco de la rutina semanal. Desde que llegamos, muchos de nosotros nos anotamos para la “caminata extrema” que estaban organizando los animadores del lugar. Aunque antes de partir nos habían advertido que en verdad sería extenuante, no lo creímos hasta cuando llevábamos una hora caminando en la montaña. Al final del recorrido se llega al Río Pichindé, cristalino generoso en frutas y donde se podría uno meter a nadar con más confianza si no bajara el agua tan fría. Lo mejor del recorrido fue la subida de regreso, que pocos aguantamos sin pausas. El paisaje, las plantas y el río valieron la ida, así no hubiésemos nadado, bailado y jugado tanto como los hicimos el resto del día.
El lunes fue día de asueto por la fiesta de las madres del día anterior –así de absurdo–, y amanecí tan cansado que no parecía hubiera descansado antes. Como no tuvimos actividades en Cali y era un día comunitario, pasamos la mañana todos juntos en la finca trabajando en el acondicionamiento de la misma. Tras esa misma jornada se me ocurrió que quizá deberíamos agregar al perfil, que elaboramos alguna vez, del teatino en Colombia esto de trabajar como albañil, vestir como rico, tener modales de señorito y comer como pobre.
El 10 de mayo, como mexicano con mucha… clase, hablé a casa para felicitar a mamá y preguntarle a mi hermana cómo le celebraría. A propósito, esta vez me dio gusto saber que ya casi entra a trabajar a ¿un año? de estar de baquetona.
Después de días de relativa calma, el miércoles por la noche mientras trabajaba en la computadora junto a Paco, sentimos que el edificio se movía y escuchamos tres veces como un trueno al que seguía un apagón. Sin estar muy seguros de lo que sucedía porque ni llovía ni había relámpagos, Paco y yo subimos a la azotea a tratar de escuchar mejor y mirar los alrededores. Desde allá vimos a José salir corriendo de su cuarto, por si las dudas, según después explicó riéndose. Ya para la tercera vez no tuvimos duda que se trataba de explosiones, así que pedimos a los que tenían radio que lo prendieran por si decían algo. Ni en el radio ni en la televisión dijeron nada al respecto, sino hasta el día siguiente, cuando nos enteramos que se trató de bombas que un grupo hizo estallar para derribar algunas torres de luz. No es que no le quiera hacer caso a mi hermanita, pero el peligro no lo busco yo, está a la vuelta de la esquina.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly