jueves, mayo 26, 2005
Semana 42
Hola, ¿qué más?
Estos días algunos acá nos dedicamos a elaborar el plan de educación integral de lo que será el Colegio San Cayetano para niños pobres del barrio. Según consejo Don Hernando, director del colegio parroquial, el proyecto del Centro Día ya no será nada más para apoyo escolar, sino toda una escuela –si Dios quiere y el municipio lo costea–. Como sea, elaborar el plan me sirvió de pretexto para ausentarme el viernes de la clase de Seguimiento de Cristo que tomamos en la CRC. Es que entramos a la unidad que titularon “Las mujeres también seguían a Jesús”, para la cual invitaron a una laica con mucha buena voluntad y poca preparación. Parece que a mis hermanos connovicios les gustó la dinámica de ese día. Yo, por mi parte, tuve suficiente con la aburrición de la semana pasada.
Ahora te platico sólo dos cosas: para el domingo las Hermanas de la Compasión organizaron un paseo a un río que cruza la vía Cali-Buenaventura. El Padre Ismael, el hermano Farid y yo nos prestamos a acompañarlas. En todo este tiempo hasta ahora, si algo puedo calificar como “kitch” es con precisión esta experiencia. Se trata de un río hermoso y caudaloso, de aguas cristalinas, que baja entre peñas y quebradas desde algunas de las cumbres andinas que dividen el Valle del Cauca de la franja costera del Pacífico colombiano. La carretera cruza el curso del río y la gente del lugar ha elaborado algunas pequeñas represas para formar piscinas con la misma agua corrediza. Pero no hay mayores instalaciones, es decir, vas en la carretera, te orillas, te bajas, escoges una piedra para dejar tus cosas y te metes al río… Eso hicieron los dos buses y las personas que llevaban las monjitas. Como al Padre Ismael, al hermano Farid y a mí no nos pareció lo más oportuno –no por las piedras, sino la escena–, entonces decidimos desprendernos del grupo y llegar hasta Buenaventura. Buenaventura, una bahía en el Pacífico, es también el puerto colombiano más importante a nivel comercial. Sin embargo, ahora entiendo a todos aquellos que siempre me decían que allí no volverían, y es que el sitio es un desastre turístico: sin ninguna atracción, ni siquiera un mar bonito, cuenta con un “muelle turístico” de sólo unos cien metros de longitud, sucio, oloroso a orines y descuidado. De allí parten lanchas que llevan turistas hasta playas poco más bonitas. Algo valió la pena: ver esas casas de madera que están sobre el mar soportadas sólo por postes de guadua (bambú grueso).
Otra situación fue que, para poder salir temprano –y con todas las licencias necesarias–, pasé una noche fuera de la casa de Noviciado durmiendo en la Casa Parroquial. Ya de camino nos tocó pasar junto al peor incendio en Cali en los últimos 25 años: la accidental carbonización total de unas bodegas en la zona industrial. A esta Ciudad le llueve sobre mojado.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Estos días algunos acá nos dedicamos a elaborar el plan de educación integral de lo que será el Colegio San Cayetano para niños pobres del barrio. Según consejo Don Hernando, director del colegio parroquial, el proyecto del Centro Día ya no será nada más para apoyo escolar, sino toda una escuela –si Dios quiere y el municipio lo costea–. Como sea, elaborar el plan me sirvió de pretexto para ausentarme el viernes de la clase de Seguimiento de Cristo que tomamos en la CRC. Es que entramos a la unidad que titularon “Las mujeres también seguían a Jesús”, para la cual invitaron a una laica con mucha buena voluntad y poca preparación. Parece que a mis hermanos connovicios les gustó la dinámica de ese día. Yo, por mi parte, tuve suficiente con la aburrición de la semana pasada.
Ahora te platico sólo dos cosas: para el domingo las Hermanas de la Compasión organizaron un paseo a un río que cruza la vía Cali-Buenaventura. El Padre Ismael, el hermano Farid y yo nos prestamos a acompañarlas. En todo este tiempo hasta ahora, si algo puedo calificar como “kitch” es con precisión esta experiencia. Se trata de un río hermoso y caudaloso, de aguas cristalinas, que baja entre peñas y quebradas desde algunas de las cumbres andinas que dividen el Valle del Cauca de la franja costera del Pacífico colombiano. La carretera cruza el curso del río y la gente del lugar ha elaborado algunas pequeñas represas para formar piscinas con la misma agua corrediza. Pero no hay mayores instalaciones, es decir, vas en la carretera, te orillas, te bajas, escoges una piedra para dejar tus cosas y te metes al río… Eso hicieron los dos buses y las personas que llevaban las monjitas. Como al Padre Ismael, al hermano Farid y a mí no nos pareció lo más oportuno –no por las piedras, sino la escena–, entonces decidimos desprendernos del grupo y llegar hasta Buenaventura. Buenaventura, una bahía en el Pacífico, es también el puerto colombiano más importante a nivel comercial. Sin embargo, ahora entiendo a todos aquellos que siempre me decían que allí no volverían, y es que el sitio es un desastre turístico: sin ninguna atracción, ni siquiera un mar bonito, cuenta con un “muelle turístico” de sólo unos cien metros de longitud, sucio, oloroso a orines y descuidado. De allí parten lanchas que llevan turistas hasta playas poco más bonitas. Algo valió la pena: ver esas casas de madera que están sobre el mar soportadas sólo por postes de guadua (bambú grueso).
Otra situación fue que, para poder salir temprano –y con todas las licencias necesarias–, pasé una noche fuera de la casa de Noviciado durmiendo en la Casa Parroquial. Ya de camino nos tocó pasar junto al peor incendio en Cali en los últimos 25 años: la accidental carbonización total de unas bodegas en la zona industrial. A esta Ciudad le llueve sobre mojado.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
jueves, mayo 19, 2005
Semana 41
Hola, ¿qué más?
Esta semana muy tranquila respecto a la vida comunitaria, no así en la vida política y social de este bello pero revolcado país.
Resulta que hace unos días el principal sicario de uno de los narcotraficantes más famosos de la historia mundial, el colombiano Pablo Escobar, decidió dar a conocer su versión sobre el homicidio de un candidato presidencial liberal sucedido hace unos de quince años.
El sicario, mejor conocido en el bajo mundo como “Popeye”, decidió que a estas alturas de de su condena no tenía nada que perder, y decidió testificar ante un juez. Su historia le sirvió a la fiscalía de la Nación para resolver el caso. Mas el asunto no termina allí ni, como te digo, el homicidio era uno cualquiera. Ese asesinato es, si me lo permites, un símil de lo que nos pasó en México con Luis Donaldo Colosio en el 94. Imagínate que un buen día uno de los involucrados en aquel atentado se atreviera a testificar y nos soltara la friolera de que el autor intelectual fuese el mismísimo Presidente, en ese entonces Carlos Salinas (1988-1994). ¿Verdad que, aunque su confirmación no aportaría nada nuevo a la convicción popular, el simple hecho de darle seguimiento por los cauces legales a dicha prueba salvaría parte de la historia nacional contemporánea? Pues algo así de importante pasó con el tal Popeye. Y es que el candidato colombiano en aquella ocasión era un muy joven señor de nombre Carlos Galán, de tendencia liberal, que comenzó a aglutinar tantos adeptos que sería, con mucha ventaja, el Presidente de la República de Colombia en pleno auge de los cárteles de Medellín y de Cali. En ese entonces el Estado, una de las democracias más longevas en América del Sur, estaba planeando como salir del poder al que los habían sojuzgado los traficantes de coca. El joven aspirante presidencial enfilaba sus baterías hacia aquellas mafias y corría el rumor de que, en cuanto tuviera la autoridad suficiente, haría los trámites necesarios para extraditar hacia Estados Unidos a los “extraterrestres”, como se autodenominaban todos aquellos presos que los gringos buscaban enjuiciar en su tierra. En ese tiempo no eran en realidad “extraditables” porque habían logrado corromper a la Asamblea Constituyente y ésta había votado en contra de la existencia de este tipo de procesos. En ese ambiente, según Popeye, un político, poderoso de aquel entonces, le sugirió al mismísimo Pablo Escobar que matara al candidato peligroso. Luego de pensárselo, así pasó.
Y no es que fuese raro que lo mataran. Así como te lo digo: el mimo Popeye ha declarado en otras ocasiones la cantidad de homicidios que llevó a cabo –más de 500– y las veces que pagó o encargó la muerte de alguien –otros tantos cientos–. Y es que fue una época dura para este país y la situación que más lo ha envenenado hasta el día de hoy. Se pagaban 5 millones de pesos colombianos a aquel que demostrara haber matado a un policía; un poco menos al que indicara haberle herido o delatado. Desde entonces hasta el día de hoy la Policía Nacional no investiga ningún crimen y, si vas a hacer el denuncio de algún ilícito, te recomiendan que para la otra mejor mates al adversario y, te aseguran, sólo recogerán el cuerpo, no averiguarán nada. No miento, eso mismo le dijeron a mi Maestro una ocasión que tuvo que hacer una diligencia en la Personería. Es más, aquí el peor calificativo que pueden darte es el de ser “sapo”, es decir soplón, porque todo sapo debe ser el primero en morirse. Hasta los niños y las niñas del comedor se insultan diciéndose “sapos”. ¿No es esto la locura? Una de las recomendaciones que un padre de familia le dio en voz baja al Padre Ismael, por ejemplo, fue la de que, si aquí algún día veía algo (como la probable comisión de un delito), “usted no ha visto nada”.
Bueno, pues, el tal Popeye “sapeó” en esta ocasión nada más ni nada menos que a un Senador de la República, un tal Alberto Santofimio, de antigua familia política de renombre hoy venida a menos. Así, pues, el congresista fue arrestado e indiciado por la “comisión del magnicidio (así lo tipifican aunque el difunto no llegó a ser presidente) de Carlos Galán”, y ya está detenido. Toda una novela policíaca, ¿cierto?
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Esta semana muy tranquila respecto a la vida comunitaria, no así en la vida política y social de este bello pero revolcado país.
Resulta que hace unos días el principal sicario de uno de los narcotraficantes más famosos de la historia mundial, el colombiano Pablo Escobar, decidió dar a conocer su versión sobre el homicidio de un candidato presidencial liberal sucedido hace unos de quince años.
El sicario, mejor conocido en el bajo mundo como “Popeye”, decidió que a estas alturas de de su condena no tenía nada que perder, y decidió testificar ante un juez. Su historia le sirvió a la fiscalía de la Nación para resolver el caso. Mas el asunto no termina allí ni, como te digo, el homicidio era uno cualquiera. Ese asesinato es, si me lo permites, un símil de lo que nos pasó en México con Luis Donaldo Colosio en el 94. Imagínate que un buen día uno de los involucrados en aquel atentado se atreviera a testificar y nos soltara la friolera de que el autor intelectual fuese el mismísimo Presidente, en ese entonces Carlos Salinas (1988-1994). ¿Verdad que, aunque su confirmación no aportaría nada nuevo a la convicción popular, el simple hecho de darle seguimiento por los cauces legales a dicha prueba salvaría parte de la historia nacional contemporánea? Pues algo así de importante pasó con el tal Popeye. Y es que el candidato colombiano en aquella ocasión era un muy joven señor de nombre Carlos Galán, de tendencia liberal, que comenzó a aglutinar tantos adeptos que sería, con mucha ventaja, el Presidente de la República de Colombia en pleno auge de los cárteles de Medellín y de Cali. En ese entonces el Estado, una de las democracias más longevas en América del Sur, estaba planeando como salir del poder al que los habían sojuzgado los traficantes de coca. El joven aspirante presidencial enfilaba sus baterías hacia aquellas mafias y corría el rumor de que, en cuanto tuviera la autoridad suficiente, haría los trámites necesarios para extraditar hacia Estados Unidos a los “extraterrestres”, como se autodenominaban todos aquellos presos que los gringos buscaban enjuiciar en su tierra. En ese tiempo no eran en realidad “extraditables” porque habían logrado corromper a la Asamblea Constituyente y ésta había votado en contra de la existencia de este tipo de procesos. En ese ambiente, según Popeye, un político, poderoso de aquel entonces, le sugirió al mismísimo Pablo Escobar que matara al candidato peligroso. Luego de pensárselo, así pasó.
Y no es que fuese raro que lo mataran. Así como te lo digo: el mimo Popeye ha declarado en otras ocasiones la cantidad de homicidios que llevó a cabo –más de 500– y las veces que pagó o encargó la muerte de alguien –otros tantos cientos–. Y es que fue una época dura para este país y la situación que más lo ha envenenado hasta el día de hoy. Se pagaban 5 millones de pesos colombianos a aquel que demostrara haber matado a un policía; un poco menos al que indicara haberle herido o delatado. Desde entonces hasta el día de hoy la Policía Nacional no investiga ningún crimen y, si vas a hacer el denuncio de algún ilícito, te recomiendan que para la otra mejor mates al adversario y, te aseguran, sólo recogerán el cuerpo, no averiguarán nada. No miento, eso mismo le dijeron a mi Maestro una ocasión que tuvo que hacer una diligencia en la Personería. Es más, aquí el peor calificativo que pueden darte es el de ser “sapo”, es decir soplón, porque todo sapo debe ser el primero en morirse. Hasta los niños y las niñas del comedor se insultan diciéndose “sapos”. ¿No es esto la locura? Una de las recomendaciones que un padre de familia le dio en voz baja al Padre Ismael, por ejemplo, fue la de que, si aquí algún día veía algo (como la probable comisión de un delito), “usted no ha visto nada”.
Bueno, pues, el tal Popeye “sapeó” en esta ocasión nada más ni nada menos que a un Senador de la República, un tal Alberto Santofimio, de antigua familia política de renombre hoy venida a menos. Así, pues, el congresista fue arrestado e indiciado por la “comisión del magnicidio (así lo tipifican aunque el difunto no llegó a ser presidente) de Carlos Galán”, y ya está detenido. Toda una novela policíaca, ¿cierto?
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
jueves, mayo 12, 2005
Semana 40
Hola, ¿qué tal?
La madre, para todos, es alguien muy importante. Por eso, acá también la celebran en mayo, pero en el segundo domingo como los gringos.
Como los gringos, por cierto, los colombianos aquí hacen varias cosas más: les imitan en los horarios de comidas y en el gusto por las guerras; a la capital nacional le reconocieron un territorio especial (el nombre oficial es: Bogotá, D. C. –como Washington, D. C., pues–); aunque es un país centralista, tiene un Congreso que sesiona en un Capitolio y una de cuyas cámaras es la de Representantes. En un castellano lleno de anglicismos llaman “bananos” a los plátanos, “drogas” a los medicamentos, “droguerías” a las farmacias, “buses” a los camiones y “parqueaderos” a los estacionamientos. La medida común del sistema de pesas es la libra (casi medio kilo) y 25 libras hacen una arroba. Dicen que los estratos medios quisieran ser estadounidenses –mientras que los pobres quisieran ser, aunque sea, mexicanos y los ricos, europeos–. Una señal de esto es quizá la cantidad de nombres personales anglosajones que he escuchado: Alexander, Anderson, Alison, Brandon, Carol, Cristhian, Harold, Jonathan, Jordan, Juliet, Junior, Kelly, Kevin, Milton, Richard, Vivian, William, Wily y –el caso más chistoso– una niña llamada Pamela Anderson; también están aquellos nombres escritos con mucha imaginación y poca ortografía, como por ejemplo: Brayan, Dayana, Edwuar, Estefany, Evelin, Genifer, John Fredy, Joan, Johana, Leidi, Michel, Nilson, Stiven, Yan, Yeison, Yeny, Yon, Yovany, Yuli; por último, una serie de nombres de table dance: Alexandra, Angelo, Briggitte, Brynner, Darling, Einer, Faisuly, Farid o Faride, Geraldine, Giovanni, Heinz, Hernando, Ingrid, Jailer, Jainer, Janier, Leider, Mariayi, Merly, Xiomara, Yajaira, Yarisa y Yuri e innumerables nuevos nombres extravagantes. Los casos, si no me crees, están documentados.
En fin, este domingo Día de las Madres fuimos de paseo a un centro recreativo conocido como Yanaconas –no sé si también yo prefiero los nombres gringos–, de la empresa de salud Comfenalco. El lugar, antes casa de formación de los Hermanos Maristas, es un paraíso enclavado en la montaña, justo atrás del Cristo Rey que domina Cali. Su pasado religioso se revela de hecho en algunos de sus atractivos: una escultura monumental de la Virgen María, a la que sólo se puede llegar después de caminar 45 minutos, y un sistema rústico para decantar agua que dibuja en el piso una custodia, y los sagrados corazones de Jesús y de María.
La excursión la organizaron los directores de la obra de teatro que se montó en la Semana Santa, como estímulo a todos los que tuvieron algo que ver con ella. Yo, aunque sólo estuve grabándola, también fui invitado y aproveché para distraerme un poco de la rutina semanal. Desde que llegamos, muchos de nosotros nos anotamos para la “caminata extrema” que estaban organizando los animadores del lugar. Aunque antes de partir nos habían advertido que en verdad sería extenuante, no lo creímos hasta cuando llevábamos una hora caminando en la montaña. Al final del recorrido se llega al Río Pichindé, cristalino generoso en frutas y donde se podría uno meter a nadar con más confianza si no bajara el agua tan fría. Lo mejor del recorrido fue la subida de regreso, que pocos aguantamos sin pausas. El paisaje, las plantas y el río valieron la ida, así no hubiésemos nadado, bailado y jugado tanto como los hicimos el resto del día.
El lunes fue día de asueto por la fiesta de las madres del día anterior –así de absurdo–, y amanecí tan cansado que no parecía hubiera descansado antes. Como no tuvimos actividades en Cali y era un día comunitario, pasamos la mañana todos juntos en la finca trabajando en el acondicionamiento de la misma. Tras esa misma jornada se me ocurrió que quizá deberíamos agregar al perfil, que elaboramos alguna vez, del teatino en Colombia esto de trabajar como albañil, vestir como rico, tener modales de señorito y comer como pobre.
El 10 de mayo, como mexicano con mucha… clase, hablé a casa para felicitar a mamá y preguntarle a mi hermana cómo le celebraría. A propósito, esta vez me dio gusto saber que ya casi entra a trabajar a ¿un año? de estar de baquetona.
Después de días de relativa calma, el miércoles por la noche mientras trabajaba en la computadora junto a Paco, sentimos que el edificio se movía y escuchamos tres veces como un trueno al que seguía un apagón. Sin estar muy seguros de lo que sucedía porque ni llovía ni había relámpagos, Paco y yo subimos a la azotea a tratar de escuchar mejor y mirar los alrededores. Desde allá vimos a José salir corriendo de su cuarto, por si las dudas, según después explicó riéndose. Ya para la tercera vez no tuvimos duda que se trataba de explosiones, así que pedimos a los que tenían radio que lo prendieran por si decían algo. Ni en el radio ni en la televisión dijeron nada al respecto, sino hasta el día siguiente, cuando nos enteramos que se trató de bombas que un grupo hizo estallar para derribar algunas torres de luz. No es que no le quiera hacer caso a mi hermanita, pero el peligro no lo busco yo, está a la vuelta de la esquina.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
La madre, para todos, es alguien muy importante. Por eso, acá también la celebran en mayo, pero en el segundo domingo como los gringos.
Como los gringos, por cierto, los colombianos aquí hacen varias cosas más: les imitan en los horarios de comidas y en el gusto por las guerras; a la capital nacional le reconocieron un territorio especial (el nombre oficial es: Bogotá, D. C. –como Washington, D. C., pues–); aunque es un país centralista, tiene un Congreso que sesiona en un Capitolio y una de cuyas cámaras es la de Representantes. En un castellano lleno de anglicismos llaman “bananos” a los plátanos, “drogas” a los medicamentos, “droguerías” a las farmacias, “buses” a los camiones y “parqueaderos” a los estacionamientos. La medida común del sistema de pesas es la libra (casi medio kilo) y 25 libras hacen una arroba. Dicen que los estratos medios quisieran ser estadounidenses –mientras que los pobres quisieran ser, aunque sea, mexicanos y los ricos, europeos–. Una señal de esto es quizá la cantidad de nombres personales anglosajones que he escuchado: Alexander, Anderson, Alison, Brandon, Carol, Cristhian, Harold, Jonathan, Jordan, Juliet, Junior, Kelly, Kevin, Milton, Richard, Vivian, William, Wily y –el caso más chistoso– una niña llamada Pamela Anderson; también están aquellos nombres escritos con mucha imaginación y poca ortografía, como por ejemplo: Brayan, Dayana, Edwuar, Estefany, Evelin, Genifer, John Fredy, Joan, Johana, Leidi, Michel, Nilson, Stiven, Yan, Yeison, Yeny, Yon, Yovany, Yuli; por último, una serie de nombres de table dance: Alexandra, Angelo, Briggitte, Brynner, Darling, Einer, Faisuly, Farid o Faride, Geraldine, Giovanni, Heinz, Hernando, Ingrid, Jailer, Jainer, Janier, Leider, Mariayi, Merly, Xiomara, Yajaira, Yarisa y Yuri e innumerables nuevos nombres extravagantes. Los casos, si no me crees, están documentados.
En fin, este domingo Día de las Madres fuimos de paseo a un centro recreativo conocido como Yanaconas –no sé si también yo prefiero los nombres gringos–, de la empresa de salud Comfenalco. El lugar, antes casa de formación de los Hermanos Maristas, es un paraíso enclavado en la montaña, justo atrás del Cristo Rey que domina Cali. Su pasado religioso se revela de hecho en algunos de sus atractivos: una escultura monumental de la Virgen María, a la que sólo se puede llegar después de caminar 45 minutos, y un sistema rústico para decantar agua que dibuja en el piso una custodia, y los sagrados corazones de Jesús y de María.
La excursión la organizaron los directores de la obra de teatro que se montó en la Semana Santa, como estímulo a todos los que tuvieron algo que ver con ella. Yo, aunque sólo estuve grabándola, también fui invitado y aproveché para distraerme un poco de la rutina semanal. Desde que llegamos, muchos de nosotros nos anotamos para la “caminata extrema” que estaban organizando los animadores del lugar. Aunque antes de partir nos habían advertido que en verdad sería extenuante, no lo creímos hasta cuando llevábamos una hora caminando en la montaña. Al final del recorrido se llega al Río Pichindé, cristalino generoso en frutas y donde se podría uno meter a nadar con más confianza si no bajara el agua tan fría. Lo mejor del recorrido fue la subida de regreso, que pocos aguantamos sin pausas. El paisaje, las plantas y el río valieron la ida, así no hubiésemos nadado, bailado y jugado tanto como los hicimos el resto del día.
El lunes fue día de asueto por la fiesta de las madres del día anterior –así de absurdo–, y amanecí tan cansado que no parecía hubiera descansado antes. Como no tuvimos actividades en Cali y era un día comunitario, pasamos la mañana todos juntos en la finca trabajando en el acondicionamiento de la misma. Tras esa misma jornada se me ocurrió que quizá deberíamos agregar al perfil, que elaboramos alguna vez, del teatino en Colombia esto de trabajar como albañil, vestir como rico, tener modales de señorito y comer como pobre.
El 10 de mayo, como mexicano con mucha… clase, hablé a casa para felicitar a mamá y preguntarle a mi hermana cómo le celebraría. A propósito, esta vez me dio gusto saber que ya casi entra a trabajar a ¿un año? de estar de baquetona.
Después de días de relativa calma, el miércoles por la noche mientras trabajaba en la computadora junto a Paco, sentimos que el edificio se movía y escuchamos tres veces como un trueno al que seguía un apagón. Sin estar muy seguros de lo que sucedía porque ni llovía ni había relámpagos, Paco y yo subimos a la azotea a tratar de escuchar mejor y mirar los alrededores. Desde allá vimos a José salir corriendo de su cuarto, por si las dudas, según después explicó riéndose. Ya para la tercera vez no tuvimos duda que se trataba de explosiones, así que pedimos a los que tenían radio que lo prendieran por si decían algo. Ni en el radio ni en la televisión dijeron nada al respecto, sino hasta el día siguiente, cuando nos enteramos que se trató de bombas que un grupo hizo estallar para derribar algunas torres de luz. No es que no le quiera hacer caso a mi hermanita, pero el peligro no lo busco yo, está a la vuelta de la esquina.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
jueves, mayo 05, 2005
Semana 39
Hola, ¿qué más?
Acá, la semana la mar de tranquila.
Lo único simpático fue la llegada de un nuevo gato a la Casa Parroquial. Esta ocasión el minino se lo regalaron al Padre Antonio. Está muy bonito, como todos cuando están chiquitos, a pesar de ser de lo más corriente: de pelo negro, ojos verdes y guantes blancos que lo hacen ver muy elegante. De inmediato le buscamos nombre, como al anterior le pusieron Uribe, apellido del presidente actual de nombre Álvaro, éste debería ser igual de polémico e irreverente. ¡Listo! se llamará «Benedictus». De inmediato en mi mente humo blanco saliendo de alguna chimenea… habemus mininum.
Lo interesante fue la reacción de algunos que no asimilaron la broma de inmediato, a pesar de que sí lo hicieron cuando Uribe. Al menos, que yo sepa, esa vez nadie se quejó. No faltó el que quiso suavizar la situación llamándole nada más «Bene» o «Benito». De todas formas es el mismo nombre. Sí, ¿o qué?
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Acá, la semana la mar de tranquila.
Lo único simpático fue la llegada de un nuevo gato a la Casa Parroquial. Esta ocasión el minino se lo regalaron al Padre Antonio. Está muy bonito, como todos cuando están chiquitos, a pesar de ser de lo más corriente: de pelo negro, ojos verdes y guantes blancos que lo hacen ver muy elegante. De inmediato le buscamos nombre, como al anterior le pusieron Uribe, apellido del presidente actual de nombre Álvaro, éste debería ser igual de polémico e irreverente. ¡Listo! se llamará «Benedictus». De inmediato en mi mente humo blanco saliendo de alguna chimenea… habemus mininum.
Lo interesante fue la reacción de algunos que no asimilaron la broma de inmediato, a pesar de que sí lo hicieron cuando Uribe. Al menos, que yo sepa, esa vez nadie se quejó. No faltó el que quiso suavizar la situación llamándole nada más «Bene» o «Benito». De todas formas es el mismo nombre. Sí, ¿o qué?
Busca primero el reinado de Dios.
Charly