jueves, marzo 31, 2005
Semana 34
Hola, ¿qué más?
Felices fiestas de Pascua: «éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo, aleluya».
Déjame confiarte que estos días por acá fueron espectaculares. Como siempre, mucha gente asistiendo a los oficios de la Semana Santa. El Jueves Santo los Padres en la Parroquia han implantado la costumbre de celebrar unos ágapes que recuerdan aquellas comidas religiosas de los cristianos de las comunidades primitivas, comidas que manifestaban la caridad que los unía. Esa misma tarde, en la Capilla San Andrés Apóstol donde, como te he comentado antes, he estado ayudando desde que llegué a la Comunidad de Cali, tuvimos la celebración de eucaristía vespertina en memoria de la Cena del Señor, ésa en la que él mismo lavó los pies a sus discípulos, aún sabiendo que uno de ellos lo entregaría. Presidió el Padre Ismael. Al mismo tiempo los otros Padres y hermanos hacían los oficios en las otras capillas y en la Iglesia Parroquial. A diferencia de lo que dice el Misal, en estas tierras se acostumbra que al final haya una Hora Santa lo más solemne posible. Para esto las mujeres y las religiosas que también colaboran en esta Capilla adornaron muy bien el lugar donde se colocó la custodia. También hicieron lo mismo en las otras capillas y en la Parroquia.
El Viernes Santo el recorrido del Vía crucis inició temprano a las 8 de la mañana, para no quemarse bajo el sol caleño, y duró unas tres horas con unas dos mil personas siguiendo las huellas del que lo recorrió primero… Ni mandado a hacer nos hubiera salido el efecto que el cielo nos regaló cuando una nube oscureció el sol justo cuando meditamos sobre la muerte de Jesús.
Por televisión vimos otro vía crucis: el de Su Santidad Juan Pablo II sentado por primera vez de espaldas a la cámara, abrazando una cruz en su capilla privada después de su última estancia en el Policlínico Gemeli. Es una de esas escenas que jamás olvidaré por sus múltiples significados, pero sobre todo por la carga de sufrimiento que llenaba la pantalla.
Y vimos otro más: el de Iztapalapa en mi Ciudad de México. Sin duda el más grande del mundo en cuanto a número de asistentes.
Por la noche, después de la Adoración de la Cruz, se representó la Pasión de nuestro Señor en el gimnasio (acá le llaman «coliseo») del Colegio Fundación Santa Isabel de Hungría. La obra fue anunciada hasta por radio, así que hubo lleno total. El hermano Paco estuvo entre los escritores y directores de la obra, pero el que se llevó el protagónico fue mi connovicio Alexander que se postuló para el papel de Jesús y, como también él estaba entre los organizadores, no tuvo problemas para conseguirlo. Según Alex, él era la mejor opción porque se sabía el papel a la perfección… Como resultó evidente, me parece necesario no sólo saberse los diálogos, sino también el parecido físico y la preparación espiritual.
Entre los efectos de ambientación hubo uno inesperado: cuando se representaba la Última Cena las dos lámparas con diesel que estaban a los lados y que ambientaban bastante bien la escena comenzaron a echar sendas columnas de humo. La gente comenzó a gritar y a salirse para llamar la atención pero nadie las apagaba. Yo que estaba videograbando escuché al Padre Pedro preguntar: « ¿Qué están esperando? ¿Que se salga toda la gente? ». Con destreza las pudo retirar Yobany. Nos enteramos que Daniel, el aspirante, fue quien llenó en exceso los depósitos. Pero, si no lo hubiera hecho, no hubiésemos tenido de qué ni de quién reírnos toda la semana.
El sábado tuvimos la Vigilia Pascual también en el Coliseo. Hubo lleno absoluto y fue mi oportunidad para estar juicioso (así dicen acá a la persona ocupada), con la tecnología del Padre Pedro pude trabajar con apoyo multimedia para que todo saliera a pedir de boca. Trabajé una presentación con diapositivas de PowerPoint y colocamos una pantalla grande (como de unos cuatro metros por seis). Usamos con esto la cámara de video de tal manera que alterné el uso del proyector entre las diapositivas y el video en “circuito cerrado” de manera que, al menos según mi humilde parecer, se veía profesional a pesar de los pocos elementos.
La señora Fabiola, mamá de Breynner, se quedó con nosotros hasta el Domingo de Pascua, cuando tuvo que salir para Bogotá y regresar a su trabajo. No sé cómo ni porqué, pero al final de la Vigilia me dejó a su hijo como un encargo, como su encargo más valioso. Dios me ayude y me de ánimo para cumplirle.
Para finalizar tanto trajín, el lunes fuimos de paseo a una finca hermosa en el municipio vecino de Jamundí, al sur de Cali, que nos prestó el Director del Colegio. La pasamos chévere.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Felices fiestas de Pascua: «éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo, aleluya».
Déjame confiarte que estos días por acá fueron espectaculares. Como siempre, mucha gente asistiendo a los oficios de la Semana Santa. El Jueves Santo los Padres en la Parroquia han implantado la costumbre de celebrar unos ágapes que recuerdan aquellas comidas religiosas de los cristianos de las comunidades primitivas, comidas que manifestaban la caridad que los unía. Esa misma tarde, en la Capilla San Andrés Apóstol donde, como te he comentado antes, he estado ayudando desde que llegué a la Comunidad de Cali, tuvimos la celebración de eucaristía vespertina en memoria de la Cena del Señor, ésa en la que él mismo lavó los pies a sus discípulos, aún sabiendo que uno de ellos lo entregaría. Presidió el Padre Ismael. Al mismo tiempo los otros Padres y hermanos hacían los oficios en las otras capillas y en la Iglesia Parroquial. A diferencia de lo que dice el Misal, en estas tierras se acostumbra que al final haya una Hora Santa lo más solemne posible. Para esto las mujeres y las religiosas que también colaboran en esta Capilla adornaron muy bien el lugar donde se colocó la custodia. También hicieron lo mismo en las otras capillas y en la Parroquia.
El Viernes Santo el recorrido del Vía crucis inició temprano a las 8 de la mañana, para no quemarse bajo el sol caleño, y duró unas tres horas con unas dos mil personas siguiendo las huellas del que lo recorrió primero… Ni mandado a hacer nos hubiera salido el efecto que el cielo nos regaló cuando una nube oscureció el sol justo cuando meditamos sobre la muerte de Jesús.
Por televisión vimos otro vía crucis: el de Su Santidad Juan Pablo II sentado por primera vez de espaldas a la cámara, abrazando una cruz en su capilla privada después de su última estancia en el Policlínico Gemeli. Es una de esas escenas que jamás olvidaré por sus múltiples significados, pero sobre todo por la carga de sufrimiento que llenaba la pantalla.
Y vimos otro más: el de Iztapalapa en mi Ciudad de México. Sin duda el más grande del mundo en cuanto a número de asistentes.
Por la noche, después de la Adoración de la Cruz, se representó la Pasión de nuestro Señor en el gimnasio (acá le llaman «coliseo») del Colegio Fundación Santa Isabel de Hungría. La obra fue anunciada hasta por radio, así que hubo lleno total. El hermano Paco estuvo entre los escritores y directores de la obra, pero el que se llevó el protagónico fue mi connovicio Alexander que se postuló para el papel de Jesús y, como también él estaba entre los organizadores, no tuvo problemas para conseguirlo. Según Alex, él era la mejor opción porque se sabía el papel a la perfección… Como resultó evidente, me parece necesario no sólo saberse los diálogos, sino también el parecido físico y la preparación espiritual.
Entre los efectos de ambientación hubo uno inesperado: cuando se representaba la Última Cena las dos lámparas con diesel que estaban a los lados y que ambientaban bastante bien la escena comenzaron a echar sendas columnas de humo. La gente comenzó a gritar y a salirse para llamar la atención pero nadie las apagaba. Yo que estaba videograbando escuché al Padre Pedro preguntar: « ¿Qué están esperando? ¿Que se salga toda la gente? ». Con destreza las pudo retirar Yobany. Nos enteramos que Daniel, el aspirante, fue quien llenó en exceso los depósitos. Pero, si no lo hubiera hecho, no hubiésemos tenido de qué ni de quién reírnos toda la semana.
El sábado tuvimos la Vigilia Pascual también en el Coliseo. Hubo lleno absoluto y fue mi oportunidad para estar juicioso (así dicen acá a la persona ocupada), con la tecnología del Padre Pedro pude trabajar con apoyo multimedia para que todo saliera a pedir de boca. Trabajé una presentación con diapositivas de PowerPoint y colocamos una pantalla grande (como de unos cuatro metros por seis). Usamos con esto la cámara de video de tal manera que alterné el uso del proyector entre las diapositivas y el video en “circuito cerrado” de manera que, al menos según mi humilde parecer, se veía profesional a pesar de los pocos elementos.
La señora Fabiola, mamá de Breynner, se quedó con nosotros hasta el Domingo de Pascua, cuando tuvo que salir para Bogotá y regresar a su trabajo. No sé cómo ni porqué, pero al final de la Vigilia me dejó a su hijo como un encargo, como su encargo más valioso. Dios me ayude y me de ánimo para cumplirle.
Para finalizar tanto trajín, el lunes fuimos de paseo a una finca hermosa en el municipio vecino de Jamundí, al sur de Cali, que nos prestó el Director del Colegio. La pasamos chévere.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
jueves, marzo 24, 2005
Semana 33
Hola, ¿qué más?
Acá de pronto nos llegó la Semana Santa. Todos los que seguimos este caminar a lo largo de cuarenta días, sabemos lo sabia que fue la Iglesia cuando lo instituyó. Existe una expresión popular que afirma que algo es «tan largo como la Cuaresma» cuando es cansado y aburrido. Para mí y, pienso, para los que andamos el camino, no es en realidad tan largo y sí muy provechoso, sobre todo las eucaristías de los domingos cuando toca el Ciclo A de lecturas bíblicas, como este año.
Este domingo fue ya el Domingo de Ramos. Tres chicos llegaron a la Comunidad a pasar una semana de experiencia vocacional según aquella enigmática invitación del Señor: «Ven y lo verás». Bueno, pues como es tradicional entre los católicos de todo el mundo, hicimos nuestras procesiones por las calles de nuestro barrio. Como te he contado en otras ocasiones, yo voy en especial a la Capilla San Andrés Apóstol. La de nosotros no fue una procesión largísima, pero nos tocó pasar frente al templo de nuestros hermanos cristianos y, conforme avanzamos por la Calle 81, se nos fueron uniendo más y más personas y, cuando ingresamos a la Capilla mucha gente se tuvo que quedar afuera escuchando la celebración.
Desde el lunes no hubo ningún servicio en el comedor. El resto de la semana organizamos una sencilla Pascua Infantil. Se trata de tres días de actividades matutinas para que los peladitos (así dicen acá a los chiquillos) se integren al sentido especial de esta semana. A mí me tocó estar entre los organizadores, auxiliando a los hermanos júniores Yobany (así escriben aquí este nombre) y Farid. Pero el trabajo pesado lo hicieron los jóvenes y adolescentes de los grupos de la Parroquia. Y lo hicieron muy bien, a pesar de lo que uno pudiera pensar por su corta edad.
En esas andaba cuando el martes santo me llegó una sorpresa del cielo. Vino de visita a la comunidad la mamá de Heinz Breynner (otro nombre que me parece raro, para variar), uno de nuestros hermanos menores. Con ella tuve una plática muy larga y, por gracia de Dios, muy profunda que me ayudó a entender mucho mejor a este buen amigo que es apenas aspirante y que cumplía años al día siguiente, el 23 de marzo. Esta buena señora vive en Bogotá, la capital de este país, y estará con nosotros hasta la mañana del domingo de Pascua.
Por su parte, Paco ha estado escribiendo, preparando y dirigiendo el montaje de una obra de teatro para este viernes santo. Se supone que saldrá espectacular, al menos eso esperan, porque hasta en el radio han anunciado que su realización.
La noche del miércoles vimos un asalto en el camino que tomamos todos los días. Estas últimas dos semanas hemos estado saliendo muy tarde de la casa parroquial por el trabajo de preparación para los días santos, así que eran más de las diez de la noche. Teníamos que cruzar el puente de Juanchito sobre el río Cauca para salir de la ciudad y dirigirnos a la finca donde dormimos.
Déjame decirte que el río Cauca es el segundo río de Colombia en importancia, después del Magdalena –a uno de cuyos brazos se une al final–, por su longitud y su caudal. En la parte del Valle es navegable. Aunque está muy contaminado sigue regando los sembradíos de todo el Departamento, de él se pueden extraer grava y arena para la construcción. Este río, como supondrás, sirve de límite natural a la ciudad y al municipio de Cali. El barrio de nuestra Parroquia está junto al río y en una de las riberas del mismo río se ubica esa zona de invasión que te he mencionado antes, conocida como “el Jarillón”.
Bueno, pues, para cruzar el río están levantados varios puentes colgantes grandes y firmes, pero que pueden ser puntos peligrosos de acceso de guerrilla o narcotráfico. Por eso casi siempre hay vigilancia policíaca en las cercanías. De hecho, esa misma noche había un retén a unos cien metros del puente. Íbamos en la buseta; el Padre Pedro, de conductor. En el que cruzamos, en la Carrera 8ª, en uno de los extremos, hay un callejón que da acceso al “Jarillón”. Allí un grupo de adolescentes le quitó, pistola en mano, su bicicleta a un pobre que se dejó cuando pasaba por allí. La huída, con seguridad, fue muy fácil porque allí la policía no entra a esas horas.
Digo que a quien le robaron era pobre porque aquí la mayoría de los pobres anda en bicicleta. El transporte público no está subsidiado. Hay mucha gente en bici: es común ver hasta tres personas subidos en una sola; al inicio me daba risa ver esas escenas, pero luego uno entiende que, en las condiciones actuales, sólo los ricos pueden tener carro. Los estratos socioeconómicos medios usan motocicletas para transportarse: he visto muchos hombres en traje y mujeres con vestido ¡y hasta viejitas! subidas a éstas. Todos usan casco y chaleco reflejante con el número de matrícula del vehículo. De hecho, me asombró también la cantidad de motos que he visto. A diferencia de las bicicletas, en las motos está prohibido llevar un varón como compañía o, como dicen, “de parrillero”, dado el alto número de sicarios que hasta hace poco usaron este modalidad para atacar y huir con rapidez. A mí me molestó el tener que dar preferencia de circulación tanto a las ciclas como a las motos, aun cuando vayan en los carriles centrales a baja velocidad.
Sólo los domingos, en algunas vías, se establece un carril exclusivo para los bicicleteros, aunque, en realidad, es una medida que nada más beneficia a los deportistas y no a quienes usan este medio a diario.
Otra cosa curiosa es ver vehículos de producción nacional junto a la gran variedad de marcas a las que yo estaba acostumbrado (Audi, BMW, Chevrolet, Chrysler, Fiat, Ford, Honda, Land Rover, Mercedes Benz, Mitsubishi, Nissan, Peugeot, Porsche, Renault, Seat, Toyota, Volkswagen y Volvo), al lado de otras importadas y para mí más extrañas e insólitas de las que he estado tomando nota, por ejemplo: Bronto, Citroën, Daihatsu, Hino, Hyundai (¿sabías que el Atos no es de Dodge?), Iveco, Jia, Lada, Mack, Mazda, Skoda, Ssangyong, Subaru y hasta Daewoo (¿qué no hacían televisiones y radios nada más?). Pero eso sí, todos carísimos. Por ponerte un ejemplo, el Jetta del año –que casi no he visto por acá– tendría un valor equivalente en dólares americanos a USD$ 31600. O un vochito modelo 98 algo así como USD$ 7200. Parece que cuestan tanto cuando son importados por los impuestos, los seguros y los aranceles.
Respecto a las motos, predominan también las marcas orientales como Honda, Kawasaki, Yamaha y Suzuki, aunque también hay otras más raras, como Bajaj, Jialing, Jncheng, Koremoto, Kymco, KTM, y algunas pocas Peugeot o United Motors. ¿Alguien dijo Harley-Davidson? Olvídenlo.
Las vías, por otro lado, no son buenas, al menos las que conozco. Dicen que en toda Colombia la mejor red vial es la del Valle del Cauca. Si ésta es la mejor, ¡así estarán las demás! Por ejemplo, la carretera Cali – Candelaria, de la que tomamos todos los días unos quince kilómetros, sólo tiene dos carriles ¡y se emocionan porque le están agregando un acotamiento a cada lado! El camino a Buga que tomé hace unas semanas es bueno y casi recto, pero también sólo tiene dos carriles.
Otra cosa que puede parecer interesante es la nomenclatura vial usada en Cali, y parece que en la mayoría de Colombia. No más para que cheques el dato: ¡muy pocas calles tienen nombre propio! Sí, así es. Para esto la organización es un poco más compleja, pero a la larga mucho más lógica que la de estarse aprendiendo una secuencia de mil nombres distintos.
El sistema consiste en comenzar por distinguir la dirección en la que están trazadas las calles. Las que van de norte a sur son llamadas «calles», así de simple. Las que llevan de oriente a poniente, aquí viene la novedad, son conocidas como «carreras». Novedad para mí, porque, por ejemplo, desde la época de la Colonia se conoce como «carrera de Indias» a la navegación que se hacía de Europa a estas tierras con naves que iban y volvían con mercaderías. Y si en alguna parte hay un trazo vial que esté torcido, puede llamarse «diagonal». A cada vía se le asigna un número consecutivo partiendo del centro de la ciudad. A las calles al norte del centro se les agrega la indicación: «calle norte». Mientras que a las carreras que también están al norte se les cambia el nombre por el de «avenidas», pero siguen el trazo oriente-poniente. Así que sólo hay «calles», «carreras», «avenidas» y «diagonales». Las pocas que tienen nombre en seguida son reconocidas: La Avenida Roosevelt, la Avenida Ciudad de Cali, la Simón Bolívar, la Avenida Colombia, entre otras. Para armar las direcciones se coloca primero el tipo y número de la vía sobre la que se está, luego un signo de gato (que se lee: «con») y el tipo y número de la calle con la que se hace esquina y, por último, el número de predio: la Parroquia tiene, por ejemplo, como ya te había dicho, la dirección postal así: Calle 76 # Carrera 7 H-Bis – 00, lo que indica con claridad que estamos en una Calle muy al oriente, lejos del centro de la ciudad (a 76 calles), y un poco al sur del mismo centro, en una esquina (lote 00).
Como sea, dicen que hasta hace cuatro años las carreteras de este país eran intransitables por ser dominio de la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y los oportunistas. Pero, si en algo ha ayudado este gobierno ha sido en esto: el tránsito tranquilo entre las ciudades. Yo te diría que si pensabas participar en un vía crucis «en vivo» para este viernes santo, no más vente acá.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Acá de pronto nos llegó la Semana Santa. Todos los que seguimos este caminar a lo largo de cuarenta días, sabemos lo sabia que fue la Iglesia cuando lo instituyó. Existe una expresión popular que afirma que algo es «tan largo como la Cuaresma» cuando es cansado y aburrido. Para mí y, pienso, para los que andamos el camino, no es en realidad tan largo y sí muy provechoso, sobre todo las eucaristías de los domingos cuando toca el Ciclo A de lecturas bíblicas, como este año.
Este domingo fue ya el Domingo de Ramos. Tres chicos llegaron a la Comunidad a pasar una semana de experiencia vocacional según aquella enigmática invitación del Señor: «Ven y lo verás». Bueno, pues como es tradicional entre los católicos de todo el mundo, hicimos nuestras procesiones por las calles de nuestro barrio. Como te he contado en otras ocasiones, yo voy en especial a la Capilla San Andrés Apóstol. La de nosotros no fue una procesión largísima, pero nos tocó pasar frente al templo de nuestros hermanos cristianos y, conforme avanzamos por la Calle 81, se nos fueron uniendo más y más personas y, cuando ingresamos a la Capilla mucha gente se tuvo que quedar afuera escuchando la celebración.
Desde el lunes no hubo ningún servicio en el comedor. El resto de la semana organizamos una sencilla Pascua Infantil. Se trata de tres días de actividades matutinas para que los peladitos (así dicen acá a los chiquillos) se integren al sentido especial de esta semana. A mí me tocó estar entre los organizadores, auxiliando a los hermanos júniores Yobany (así escriben aquí este nombre) y Farid. Pero el trabajo pesado lo hicieron los jóvenes y adolescentes de los grupos de la Parroquia. Y lo hicieron muy bien, a pesar de lo que uno pudiera pensar por su corta edad.
En esas andaba cuando el martes santo me llegó una sorpresa del cielo. Vino de visita a la comunidad la mamá de Heinz Breynner (otro nombre que me parece raro, para variar), uno de nuestros hermanos menores. Con ella tuve una plática muy larga y, por gracia de Dios, muy profunda que me ayudó a entender mucho mejor a este buen amigo que es apenas aspirante y que cumplía años al día siguiente, el 23 de marzo. Esta buena señora vive en Bogotá, la capital de este país, y estará con nosotros hasta la mañana del domingo de Pascua.
Por su parte, Paco ha estado escribiendo, preparando y dirigiendo el montaje de una obra de teatro para este viernes santo. Se supone que saldrá espectacular, al menos eso esperan, porque hasta en el radio han anunciado que su realización.
La noche del miércoles vimos un asalto en el camino que tomamos todos los días. Estas últimas dos semanas hemos estado saliendo muy tarde de la casa parroquial por el trabajo de preparación para los días santos, así que eran más de las diez de la noche. Teníamos que cruzar el puente de Juanchito sobre el río Cauca para salir de la ciudad y dirigirnos a la finca donde dormimos.
Déjame decirte que el río Cauca es el segundo río de Colombia en importancia, después del Magdalena –a uno de cuyos brazos se une al final–, por su longitud y su caudal. En la parte del Valle es navegable. Aunque está muy contaminado sigue regando los sembradíos de todo el Departamento, de él se pueden extraer grava y arena para la construcción. Este río, como supondrás, sirve de límite natural a la ciudad y al municipio de Cali. El barrio de nuestra Parroquia está junto al río y en una de las riberas del mismo río se ubica esa zona de invasión que te he mencionado antes, conocida como “el Jarillón”.
Bueno, pues, para cruzar el río están levantados varios puentes colgantes grandes y firmes, pero que pueden ser puntos peligrosos de acceso de guerrilla o narcotráfico. Por eso casi siempre hay vigilancia policíaca en las cercanías. De hecho, esa misma noche había un retén a unos cien metros del puente. Íbamos en la buseta; el Padre Pedro, de conductor. En el que cruzamos, en la Carrera 8ª, en uno de los extremos, hay un callejón que da acceso al “Jarillón”. Allí un grupo de adolescentes le quitó, pistola en mano, su bicicleta a un pobre que se dejó cuando pasaba por allí. La huída, con seguridad, fue muy fácil porque allí la policía no entra a esas horas.
Digo que a quien le robaron era pobre porque aquí la mayoría de los pobres anda en bicicleta. El transporte público no está subsidiado. Hay mucha gente en bici: es común ver hasta tres personas subidos en una sola; al inicio me daba risa ver esas escenas, pero luego uno entiende que, en las condiciones actuales, sólo los ricos pueden tener carro. Los estratos socioeconómicos medios usan motocicletas para transportarse: he visto muchos hombres en traje y mujeres con vestido ¡y hasta viejitas! subidas a éstas. Todos usan casco y chaleco reflejante con el número de matrícula del vehículo. De hecho, me asombró también la cantidad de motos que he visto. A diferencia de las bicicletas, en las motos está prohibido llevar un varón como compañía o, como dicen, “de parrillero”, dado el alto número de sicarios que hasta hace poco usaron este modalidad para atacar y huir con rapidez. A mí me molestó el tener que dar preferencia de circulación tanto a las ciclas como a las motos, aun cuando vayan en los carriles centrales a baja velocidad.
Sólo los domingos, en algunas vías, se establece un carril exclusivo para los bicicleteros, aunque, en realidad, es una medida que nada más beneficia a los deportistas y no a quienes usan este medio a diario.
Otra cosa curiosa es ver vehículos de producción nacional junto a la gran variedad de marcas a las que yo estaba acostumbrado (Audi, BMW, Chevrolet, Chrysler, Fiat, Ford, Honda, Land Rover, Mercedes Benz, Mitsubishi, Nissan, Peugeot, Porsche, Renault, Seat, Toyota, Volkswagen y Volvo), al lado de otras importadas y para mí más extrañas e insólitas de las que he estado tomando nota, por ejemplo: Bronto, Citroën, Daihatsu, Hino, Hyundai (¿sabías que el Atos no es de Dodge?), Iveco, Jia, Lada, Mack, Mazda, Skoda, Ssangyong, Subaru y hasta Daewoo (¿qué no hacían televisiones y radios nada más?). Pero eso sí, todos carísimos. Por ponerte un ejemplo, el Jetta del año –que casi no he visto por acá– tendría un valor equivalente en dólares americanos a USD$ 31600. O un vochito modelo 98 algo así como USD$ 7200. Parece que cuestan tanto cuando son importados por los impuestos, los seguros y los aranceles.
Respecto a las motos, predominan también las marcas orientales como Honda, Kawasaki, Yamaha y Suzuki, aunque también hay otras más raras, como Bajaj, Jialing, Jncheng, Koremoto, Kymco, KTM, y algunas pocas Peugeot o United Motors. ¿Alguien dijo Harley-Davidson? Olvídenlo.
Las vías, por otro lado, no son buenas, al menos las que conozco. Dicen que en toda Colombia la mejor red vial es la del Valle del Cauca. Si ésta es la mejor, ¡así estarán las demás! Por ejemplo, la carretera Cali – Candelaria, de la que tomamos todos los días unos quince kilómetros, sólo tiene dos carriles ¡y se emocionan porque le están agregando un acotamiento a cada lado! El camino a Buga que tomé hace unas semanas es bueno y casi recto, pero también sólo tiene dos carriles.
Otra cosa que puede parecer interesante es la nomenclatura vial usada en Cali, y parece que en la mayoría de Colombia. No más para que cheques el dato: ¡muy pocas calles tienen nombre propio! Sí, así es. Para esto la organización es un poco más compleja, pero a la larga mucho más lógica que la de estarse aprendiendo una secuencia de mil nombres distintos.
El sistema consiste en comenzar por distinguir la dirección en la que están trazadas las calles. Las que van de norte a sur son llamadas «calles», así de simple. Las que llevan de oriente a poniente, aquí viene la novedad, son conocidas como «carreras». Novedad para mí, porque, por ejemplo, desde la época de la Colonia se conoce como «carrera de Indias» a la navegación que se hacía de Europa a estas tierras con naves que iban y volvían con mercaderías. Y si en alguna parte hay un trazo vial que esté torcido, puede llamarse «diagonal». A cada vía se le asigna un número consecutivo partiendo del centro de la ciudad. A las calles al norte del centro se les agrega la indicación: «calle norte». Mientras que a las carreras que también están al norte se les cambia el nombre por el de «avenidas», pero siguen el trazo oriente-poniente. Así que sólo hay «calles», «carreras», «avenidas» y «diagonales». Las pocas que tienen nombre en seguida son reconocidas: La Avenida Roosevelt, la Avenida Ciudad de Cali, la Simón Bolívar, la Avenida Colombia, entre otras. Para armar las direcciones se coloca primero el tipo y número de la vía sobre la que se está, luego un signo de gato (que se lee: «con») y el tipo y número de la calle con la que se hace esquina y, por último, el número de predio: la Parroquia tiene, por ejemplo, como ya te había dicho, la dirección postal así: Calle 76 # Carrera 7 H-Bis – 00, lo que indica con claridad que estamos en una Calle muy al oriente, lejos del centro de la ciudad (a 76 calles), y un poco al sur del mismo centro, en una esquina (lote 00).
Como sea, dicen que hasta hace cuatro años las carreteras de este país eran intransitables por ser dominio de la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y los oportunistas. Pero, si en algo ha ayudado este gobierno ha sido en esto: el tránsito tranquilo entre las ciudades. Yo te diría que si pensabas participar en un vía crucis «en vivo» para este viernes santo, no más vente acá.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
jueves, marzo 17, 2005
Semana 32
Hola, ¿qué tal?
Una parte fundamental de toda vida religiosa en la Iglesia católica es, como sabes, la vivencia de los tres votos clásicos: pobreza, castidad y obediencia. Para reflexionar sobre esta forma tan estructurada de seguir a Cristo comenzamos este sábado 12 el curso Antropología y Teología de los Votos Religiosos, de nueva cuenta en la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Colombia (CRC), Sección Cali. Aunque el aviso de que iríamos también este sábado nos cayó de improviso, la verdad es que la noticia la recibimos como otro regalo de Dios. Para esta clase el asesor será Fray Luis Patiño Santacoloma, de la Orden de Frailes Menores.
Así, pues, cada mes nos reuniremos con este fraile franciscano para hablar sobre estos temas. Déjame contarte que a sus setenta y siete años este religioso es todo un personaje: está un poco sordo, como es normal para su edad; fue compañero de Leonardo Boff, el teólogo controvertido que fue censurado por el Vaticano y que luego se salió de su comunidad –de hecho, Leonardo le dedica su libro Testigos de Dios en el corazón del mundo (Madrid, 1977) a Fray Luis–; fue también secretario ejecutivo de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR); y entre otros títulos es Doctor en Psicología por la Universidad de Lovaina; desde hace unos años desempeña su apostolado aquí en Cali que además es, por cierto, su tierra natal. Por lo pronto me cayó muy bien tanto por su inteligencia aguda como por el buen concepto que tiene de México, donde ha estado en ocasiones varias.
El domingo hubo en estos lares una de esas cosas raras, para no variar. Resulta que el Padre Pedro vio desde dentro de la finca cómo se bajaron varios tipos de un coche que durante largo rato había estado estacionado en la zona y, después de echar un vistazo hacia el interior de nuestra casa, cómo se dijeron entre ellos que se iban ya porque todavía no habíamos llegado. Desde ese día dejamos estacionada la buseta en un sitio menos visible y tratamos de llamar desde Cali para avisar cuando estamos a punto de regresar para que Don Germán, el vigilante, esté pendiente.
De quien ya tuvimos que despedirnos fue del Padre Jaime, hermano de mi maestro, que regresó con bien este martes a España para prepararse a celebrar la Semana Santa. Se va con el encargo de darnos acceso al servidor que tiene la comunidad teatina de Palma (España). Este lunes antes de irse le acompañamos a que conociera la casa de nuestros hermanos estudiantes en el Barrio Buenos Aires, al sur de la ciudad, donde compartimos todos juntos la mesa. Al término del almuerzo el Padre Pedro hizo el anuncio formal de que, por fin y gracias a Dios, luego de una larga espera de muchos meses, el Municipio otorgó las licencias de construcción de lo que queremos sea un centro que reúna la mayor cantidad posible de niños durante el día, para educarlos y formarlos, y para tenerlos lejos de las calles y sus obvias tentaciones: en nuestro barrio, el pandillerismo, el robo y el narco. El Centro de Día, como le llaman a falta de mayor creatividad, contará con cuatro pisos y un estacionamiento subterráneo, en un lote aledaño al conjunto que forman la Parroquia, el Colegio y la Casa Parroquial.
Al término de la comida ese lunes, para despedir al Padre Jaime después de una semana en la que estuvo trabajando mucho, le acompañamos a un recorrido por esos pocos sitios turísticos de los que te he escrito antes: el Cristo Rey, el Kilómetro 18 y la Loma San Antonio. Me la pasé chévere. Espero que tú también.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Una parte fundamental de toda vida religiosa en la Iglesia católica es, como sabes, la vivencia de los tres votos clásicos: pobreza, castidad y obediencia. Para reflexionar sobre esta forma tan estructurada de seguir a Cristo comenzamos este sábado 12 el curso Antropología y Teología de los Votos Religiosos, de nueva cuenta en la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Colombia (CRC), Sección Cali. Aunque el aviso de que iríamos también este sábado nos cayó de improviso, la verdad es que la noticia la recibimos como otro regalo de Dios. Para esta clase el asesor será Fray Luis Patiño Santacoloma, de la Orden de Frailes Menores.
Así, pues, cada mes nos reuniremos con este fraile franciscano para hablar sobre estos temas. Déjame contarte que a sus setenta y siete años este religioso es todo un personaje: está un poco sordo, como es normal para su edad; fue compañero de Leonardo Boff, el teólogo controvertido que fue censurado por el Vaticano y que luego se salió de su comunidad –de hecho, Leonardo le dedica su libro Testigos de Dios en el corazón del mundo (Madrid, 1977) a Fray Luis–; fue también secretario ejecutivo de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR); y entre otros títulos es Doctor en Psicología por la Universidad de Lovaina; desde hace unos años desempeña su apostolado aquí en Cali que además es, por cierto, su tierra natal. Por lo pronto me cayó muy bien tanto por su inteligencia aguda como por el buen concepto que tiene de México, donde ha estado en ocasiones varias.
El domingo hubo en estos lares una de esas cosas raras, para no variar. Resulta que el Padre Pedro vio desde dentro de la finca cómo se bajaron varios tipos de un coche que durante largo rato había estado estacionado en la zona y, después de echar un vistazo hacia el interior de nuestra casa, cómo se dijeron entre ellos que se iban ya porque todavía no habíamos llegado. Desde ese día dejamos estacionada la buseta en un sitio menos visible y tratamos de llamar desde Cali para avisar cuando estamos a punto de regresar para que Don Germán, el vigilante, esté pendiente.
De quien ya tuvimos que despedirnos fue del Padre Jaime, hermano de mi maestro, que regresó con bien este martes a España para prepararse a celebrar la Semana Santa. Se va con el encargo de darnos acceso al servidor que tiene la comunidad teatina de Palma (España). Este lunes antes de irse le acompañamos a que conociera la casa de nuestros hermanos estudiantes en el Barrio Buenos Aires, al sur de la ciudad, donde compartimos todos juntos la mesa. Al término del almuerzo el Padre Pedro hizo el anuncio formal de que, por fin y gracias a Dios, luego de una larga espera de muchos meses, el Municipio otorgó las licencias de construcción de lo que queremos sea un centro que reúna la mayor cantidad posible de niños durante el día, para educarlos y formarlos, y para tenerlos lejos de las calles y sus obvias tentaciones: en nuestro barrio, el pandillerismo, el robo y el narco. El Centro de Día, como le llaman a falta de mayor creatividad, contará con cuatro pisos y un estacionamiento subterráneo, en un lote aledaño al conjunto que forman la Parroquia, el Colegio y la Casa Parroquial.
Al término de la comida ese lunes, para despedir al Padre Jaime después de una semana en la que estuvo trabajando mucho, le acompañamos a un recorrido por esos pocos sitios turísticos de los que te he escrito antes: el Cristo Rey, el Kilómetro 18 y la Loma San Antonio. Me la pasé chévere. Espero que tú también.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
jueves, marzo 10, 2005
Semana 31
Hola, ¿qué más?
Yo te cuento que este jueves, cuando íbamos llegando a Villa Providencia después de haber estado en Cali toda la mañana, pudimos ver el vuelo de un águila preciosa que bajó a pescar su almuerzo en uno de nuestros lagos. A pesar que nos estaba robando un pescadito, para mí fue algo hermoso.
Y no es la primera vez que veo este tipo de bellezas naturales. De hecho Colombia es una maravilla mundial en biodiversidad, sólo detrás de Indonesia y Brasil (según eso, despuesito le sigue México). Ya en otras ocasiones he visto, en los alrededores de este mismo lago y en muchas partes, algunas garzas, martines pescadores, lechuzas, pájaros carpinteros (algunos con la cresta roja, como el Pájaro Loco), guacos, muchos canarios, cardenales, periquitos, cacatúas, tórtolas y garzones. En el campo y en el canal de desagüe también se ven muchísimos buitres planeando en las alturas. Hasta el momento no he visto ningún cóndor.
Quise que, para mí, ese avistamiento fue un signo de que lo siguiente en esta etapa estaría bien. Y parece que fue así porque, por gracia de Dios, nos dieron la noticia de que, a partir de ese viernes, comenzaríamos un cursito en la Sección caleña de la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Colombia. El tema es el seguimiento de Cristo. El asesor, un claretiano joven que discernió vivir su consagración como hermano, sin pedir el Ministerio ordenado. Me pareció muy interesante y espero, más que de la temática, sacar frutos buenos de este espacio. Por lo pronto, de lo que nos han exentado ha sido del servicio al Banco de Alimentos que hacíamos todos los viernes a esa misma hora. Ahora tendrán que ir allá los hermanos estudiantes, algunos de los cuales tanto se burlaron de nosotros diciéndonos que ellos ya habían superado estas “etapas”.
El sábado la catequesis regresó a su nivel normal –sin hilditas ni mordidas–, y el domingo llegó de visita el Padre Jaime, también teatino y hermano del Padre Pedro, mi maestro. El Padre Jaime Pascual está viviendo en la comunidad teatina de Béjar (España) y, según parece, de allá financiarán la construcción de una piscina aquí en Villa Providencia como parte del acondicionamiento general de la finca para las tareas pastorales. El mismo Padre es diplomado en sistemas y estará unos días adaptando y revisando el programa que maneja el despacho parroquial.
El lunes, mientras nos organizábamos a nivel comunitario en comisiones para seguir cumpliendo la planeación que, como te conté, logramos en el encuentro navideño. De hecho, se sugirió y la comunidad estableció una especie de comisión de secretariado permanente, por llamarle de alguna manera, dentro de la cual se me pidió formara parte junto al Padre Pedro, el hermano Felipe y el postulante Jaiver. Otras comisiones que establecimos fueron las de Vida Comunitaria, Vida Espiritual y Vida Intelectual.
El martes sentí un pequeño sismo mientras trabajaba sentado frente a la computadora, para no variar, pero como fue tan ligero (dicen que unos 5.4º Richter) no causó mayor alarma, gracias a Dios. La cocinera ni me creyó cuando le avisé lo que pasaba.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Yo te cuento que este jueves, cuando íbamos llegando a Villa Providencia después de haber estado en Cali toda la mañana, pudimos ver el vuelo de un águila preciosa que bajó a pescar su almuerzo en uno de nuestros lagos. A pesar que nos estaba robando un pescadito, para mí fue algo hermoso.
Y no es la primera vez que veo este tipo de bellezas naturales. De hecho Colombia es una maravilla mundial en biodiversidad, sólo detrás de Indonesia y Brasil (según eso, despuesito le sigue México). Ya en otras ocasiones he visto, en los alrededores de este mismo lago y en muchas partes, algunas garzas, martines pescadores, lechuzas, pájaros carpinteros (algunos con la cresta roja, como el Pájaro Loco), guacos, muchos canarios, cardenales, periquitos, cacatúas, tórtolas y garzones. En el campo y en el canal de desagüe también se ven muchísimos buitres planeando en las alturas. Hasta el momento no he visto ningún cóndor.
Quise que, para mí, ese avistamiento fue un signo de que lo siguiente en esta etapa estaría bien. Y parece que fue así porque, por gracia de Dios, nos dieron la noticia de que, a partir de ese viernes, comenzaríamos un cursito en la Sección caleña de la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Colombia. El tema es el seguimiento de Cristo. El asesor, un claretiano joven que discernió vivir su consagración como hermano, sin pedir el Ministerio ordenado. Me pareció muy interesante y espero, más que de la temática, sacar frutos buenos de este espacio. Por lo pronto, de lo que nos han exentado ha sido del servicio al Banco de Alimentos que hacíamos todos los viernes a esa misma hora. Ahora tendrán que ir allá los hermanos estudiantes, algunos de los cuales tanto se burlaron de nosotros diciéndonos que ellos ya habían superado estas “etapas”.
El sábado la catequesis regresó a su nivel normal –sin hilditas ni mordidas–, y el domingo llegó de visita el Padre Jaime, también teatino y hermano del Padre Pedro, mi maestro. El Padre Jaime Pascual está viviendo en la comunidad teatina de Béjar (España) y, según parece, de allá financiarán la construcción de una piscina aquí en Villa Providencia como parte del acondicionamiento general de la finca para las tareas pastorales. El mismo Padre es diplomado en sistemas y estará unos días adaptando y revisando el programa que maneja el despacho parroquial.
El lunes, mientras nos organizábamos a nivel comunitario en comisiones para seguir cumpliendo la planeación que, como te conté, logramos en el encuentro navideño. De hecho, se sugirió y la comunidad estableció una especie de comisión de secretariado permanente, por llamarle de alguna manera, dentro de la cual se me pidió formara parte junto al Padre Pedro, el hermano Felipe y el postulante Jaiver. Otras comisiones que establecimos fueron las de Vida Comunitaria, Vida Espiritual y Vida Intelectual.
El martes sentí un pequeño sismo mientras trabajaba sentado frente a la computadora, para no variar, pero como fue tan ligero (dicen que unos 5.4º Richter) no causó mayor alarma, gracias a Dios. La cocinera ni me creyó cuando le avisé lo que pasaba.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
jueves, marzo 03, 2005
Semana 30
¿Qué más?
Espero que bien.
Este jueves recuperamos un espacio que había sido interrumpido por las festividades navideñas y algunos trabajos pastorales: el acompañamiento del sacerdote franciscano fray Jorge Tulio. Con él estaremos revisando nuestra estructuración familiar mediante una herramienta llamada «familiograma».
Pero llegó el sábado y fíjate que, cuando pensé que las cuestiones relativas a mi seguridad no podrían empeorar, sucedió lo que menos me imaginaba: una niña me mordió.
Como te comenté hace tiempo, los sábados Paco y yo ofrecemos en el comedor catequesis infantil para preparar al Bautismo y la primera Comunión. Asisten no más de 25 pequeñitos, en su mayoría del sector del Farillón, esa zona de invasión que te mencioné la semana pasada. Casi siempre nos dividimos el grupo, mientras Paco trabaja con los chiquitos de siete u ocho años, yo me quedo con los más grandecitos. Al comenzar, sin falta, cada sábado a mi grupo le pido un trato: que me dejen hablar sin interrupciones ni murmullos y que participen en orden, levantando la manito (acá no les importa la concordancia, se dice “la manito”, no “la manita”) o haciendo lo que yo les vaya indicando, como puede ser dibujar, colorear, jugar, escribir o actuar. Ellos aceptan, claro, y acordamos que, en caso de faltar a nuestro acuerdo, les pediría que abandonaran la sesión y les reduciría su asistencia de ese día a sólo la mitad. Les digo que cada asistencia se anota y que será una de las cosas que se tomarán en cuenta para recibir sus sacramentos este año.
Pero este sábado Hilda, de nueve años de edad, no quiso salirse luego de que se lo pedí por estar platicando mucho. No era la primera distraída, de hecho ya había sacado a dos niños antes que ella. Además, siendo sinceros, ni siquiera considero un castigo severo, ni mucho menos, el pedirles que se salgan. Si a mí me lo hubieran pedido de niño, con gusto hubiera salido un día de la catequesis. Ella, sin embargo, me parece que lo consideró una humillación. Ya sabes, es la típica niñita bien portada, bien peinada, limpiecita, que recibe cuidados como de hija única (en estos momentos sólo tienen que cuidarla a ella); que presentaba bien sus trabajos; participaba en todas las preguntas y se burlaba de los que no sabían o de los que yo sacaba…
Me hizo perder quince minutos desde que le pedí que saliera, y lo hice tras dos admoniciones de silencio con sus respectivas advertencias de salida. Es más, fue tanto el tiempo que hasta me dio oportunidad de conseguir cómo escribirle una nota a sus papás y hasta escogimos al niño que la llevaría. Y, como seguía sin salirse, le dije que la borraba en definitiva de mi lista hasta que su mamá, al menos, viniera a hablar conmigo.
Fue entonces cuando se levantó y se subió a una de las mesas que entre semana usamos en el comedor. Como eso, sin duda, se pasaba de la raya, la tomé de su manita y me quise dirigir a la puerta con ella. En eso lanzó una mordida hacia el frente y, de no ser porque llevaba un buzo que me había regalado mi mamá dos tallas más grande, esa niña me hubiera arrancado un pedazo, pero sólo se llenó su boquita de pura tela, lo que aprovechó para rasgar y rasgar, hasta que me dejó con la panza al descubierto mientras me miraba con unos ojos llenos de rabia y humillación.
En esa escena estaba cuando se acercó Efraín, uno de los catequistas de la Parroquia que ese día se había ofrecido para ayudarnos. La niña, a quien yo sujetaba de las muñecas para que no se me acercara más, le dijo con la boca todavía llena de tela que ni se acercara porque le rasgaría también a él la camisa. Al oírla no permití que amenazara a nadie más y así, cargándola de las manos que tenía bien sujetas, la saqué hasta la calle y le pedí se fuera a su casa. Cuando levanté los ojos todos los vecinos nos miraban; supongo que habían salido al oír gritar a todos los niños; no faltó el viejito que me gritó: « ¿y a esa mierda de gente están alimentando?» Paco se acercó también y me preguntó asombrado qué pasaba. Estando por fin Hilda en la calle y viéndola todos nosotros, los niños y hasta los vecinos, se agachó, tomó una piedra y la lanzó con mala puntería hacia los cristales del comedor. En seguida mandé al resto de los niños que habían visto de cerca el desarrollo de los acontecimientos que regresaran al interior. Por esa acción le aseguré que yo mismo la daría también de baja del comedor, frase a la que respondió con la finta de lanzar otra piedra. Entre querer retar, querer ver y querer defender, yo no me moví de mi lugar, sino que le pedí al chiquillo que tenía la nota que había escrito para la mamá que se la llevara corriendo y le contara todo lo que estaba pasando. Ella no lanzó la piedra y, cuando vio que le llevarían la nota a su mamá, decidió irse rápido para llegar primero.
A esas alturas del partido, ya no podía dar nada de catequesis, estaba además muy nervioso por lo que aquella niñita pudiera seguir haciendo. Efraín ofreció quedarse con el grupo y ponerle alguna actividad. Mientras esperábamos que se terminara la sesión llegó la mamá de Hilda y tuve que salir a hablar con ella. En momentos me pareció tan agresiva como su hija. Dijo que le hacíamos un favor al sacar a su “Hildita” del grupo y del comedor porque conocía otra Parroquia donde el curso no duraba tanto y porque, “gracias a Dios”, tenía dos trabajos con lo que tampoco necesitaba ya el servicio. De pagarme mi playera, ni palabra. Es más, me dijo que, en cuanto a cuentas, sólo volvería si su hija llegaba a necesitar alguna droga (así le dicen acá a las medicinas) por todo lo que yo le había hecho. Mucho cinismo o, como dicen acá, muy atrevida, ¿no crees?
Ese sábado regresé a la casa parroquial con muchos sentimientos encontrados. Yo mismo mordía a veces de chiquito. (Mi familia diría que era más seguido de lo que yo admitiría.) Ese sábado desde medio día hubo abundante presencia de la Fuerza Aérea en Cali. Me parece que eran aviones caza. Dicen que es normal, de hecho la base militar y su escuela, antes en las afueras, han sido absorbidas por la mancha urbana caleña. Pero es algo a lo que no me he acostumbrado, no me acostumbro y espero no acostumbrarme. Eso unido a mi estado de ánimo no me ayudó a sentirme bien. Les comenté a dos o tres hermanos con los que he profundizado amistad lo que me había pasado y, por primera vez en seis meses, verbalicé frente a ellos que, de seguir así, ya quisiera que se acabara esta experiencia.
El domingo pude platicarle al padre Ismael lo que nos pasó en la catequesis porque nos invitó a Paco y a mí a salir un ratito a tomar algo, mientras todos veían la trasmisión de la entrega de los Oscar. Por cierto, acá esperaban al menos uno para la actuación de la colombiana Catalina Sandino por su papel en María llena de gracia, película local que vimos hace meses y que trata el tema de las “mulas”. Se les llama “mulas” a las personas que se alquilan para pasar cargando en el interior de sus cuerpos sendas cápsulas de cocaína. Te recomiendo veas la película porque todo lo que sale sobre cómo es acá es muy real. En la radio, por ejemplo, hay avisos constantes del gobierno que advierten a la gente que ni se les ocurra intentar el numerito porque en la actualidad hay, nada más en Estados Unidos, 4925 colombianos detenidos.
Conforme avanzó la semana me fui sintiendo menos mal. El martes ya hacía bromas sobre lo sucedido: «no molesten a Hilda porque muerde»; y el miércoles hasta pude presentar en comunidad un resumen del tomo primero del libro Hacia la comunidad del controvertido teólogo Juan José Tamayo Acosta.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly
Espero que bien.
Este jueves recuperamos un espacio que había sido interrumpido por las festividades navideñas y algunos trabajos pastorales: el acompañamiento del sacerdote franciscano fray Jorge Tulio. Con él estaremos revisando nuestra estructuración familiar mediante una herramienta llamada «familiograma».
Pero llegó el sábado y fíjate que, cuando pensé que las cuestiones relativas a mi seguridad no podrían empeorar, sucedió lo que menos me imaginaba: una niña me mordió.
Como te comenté hace tiempo, los sábados Paco y yo ofrecemos en el comedor catequesis infantil para preparar al Bautismo y la primera Comunión. Asisten no más de 25 pequeñitos, en su mayoría del sector del Farillón, esa zona de invasión que te mencioné la semana pasada. Casi siempre nos dividimos el grupo, mientras Paco trabaja con los chiquitos de siete u ocho años, yo me quedo con los más grandecitos. Al comenzar, sin falta, cada sábado a mi grupo le pido un trato: que me dejen hablar sin interrupciones ni murmullos y que participen en orden, levantando la manito (acá no les importa la concordancia, se dice “la manito”, no “la manita”) o haciendo lo que yo les vaya indicando, como puede ser dibujar, colorear, jugar, escribir o actuar. Ellos aceptan, claro, y acordamos que, en caso de faltar a nuestro acuerdo, les pediría que abandonaran la sesión y les reduciría su asistencia de ese día a sólo la mitad. Les digo que cada asistencia se anota y que será una de las cosas que se tomarán en cuenta para recibir sus sacramentos este año.
Pero este sábado Hilda, de nueve años de edad, no quiso salirse luego de que se lo pedí por estar platicando mucho. No era la primera distraída, de hecho ya había sacado a dos niños antes que ella. Además, siendo sinceros, ni siquiera considero un castigo severo, ni mucho menos, el pedirles que se salgan. Si a mí me lo hubieran pedido de niño, con gusto hubiera salido un día de la catequesis. Ella, sin embargo, me parece que lo consideró una humillación. Ya sabes, es la típica niñita bien portada, bien peinada, limpiecita, que recibe cuidados como de hija única (en estos momentos sólo tienen que cuidarla a ella); que presentaba bien sus trabajos; participaba en todas las preguntas y se burlaba de los que no sabían o de los que yo sacaba…
Me hizo perder quince minutos desde que le pedí que saliera, y lo hice tras dos admoniciones de silencio con sus respectivas advertencias de salida. Es más, fue tanto el tiempo que hasta me dio oportunidad de conseguir cómo escribirle una nota a sus papás y hasta escogimos al niño que la llevaría. Y, como seguía sin salirse, le dije que la borraba en definitiva de mi lista hasta que su mamá, al menos, viniera a hablar conmigo.
Fue entonces cuando se levantó y se subió a una de las mesas que entre semana usamos en el comedor. Como eso, sin duda, se pasaba de la raya, la tomé de su manita y me quise dirigir a la puerta con ella. En eso lanzó una mordida hacia el frente y, de no ser porque llevaba un buzo que me había regalado mi mamá dos tallas más grande, esa niña me hubiera arrancado un pedazo, pero sólo se llenó su boquita de pura tela, lo que aprovechó para rasgar y rasgar, hasta que me dejó con la panza al descubierto mientras me miraba con unos ojos llenos de rabia y humillación.
En esa escena estaba cuando se acercó Efraín, uno de los catequistas de la Parroquia que ese día se había ofrecido para ayudarnos. La niña, a quien yo sujetaba de las muñecas para que no se me acercara más, le dijo con la boca todavía llena de tela que ni se acercara porque le rasgaría también a él la camisa. Al oírla no permití que amenazara a nadie más y así, cargándola de las manos que tenía bien sujetas, la saqué hasta la calle y le pedí se fuera a su casa. Cuando levanté los ojos todos los vecinos nos miraban; supongo que habían salido al oír gritar a todos los niños; no faltó el viejito que me gritó: « ¿y a esa mierda de gente están alimentando?» Paco se acercó también y me preguntó asombrado qué pasaba. Estando por fin Hilda en la calle y viéndola todos nosotros, los niños y hasta los vecinos, se agachó, tomó una piedra y la lanzó con mala puntería hacia los cristales del comedor. En seguida mandé al resto de los niños que habían visto de cerca el desarrollo de los acontecimientos que regresaran al interior. Por esa acción le aseguré que yo mismo la daría también de baja del comedor, frase a la que respondió con la finta de lanzar otra piedra. Entre querer retar, querer ver y querer defender, yo no me moví de mi lugar, sino que le pedí al chiquillo que tenía la nota que había escrito para la mamá que se la llevara corriendo y le contara todo lo que estaba pasando. Ella no lanzó la piedra y, cuando vio que le llevarían la nota a su mamá, decidió irse rápido para llegar primero.
A esas alturas del partido, ya no podía dar nada de catequesis, estaba además muy nervioso por lo que aquella niñita pudiera seguir haciendo. Efraín ofreció quedarse con el grupo y ponerle alguna actividad. Mientras esperábamos que se terminara la sesión llegó la mamá de Hilda y tuve que salir a hablar con ella. En momentos me pareció tan agresiva como su hija. Dijo que le hacíamos un favor al sacar a su “Hildita” del grupo y del comedor porque conocía otra Parroquia donde el curso no duraba tanto y porque, “gracias a Dios”, tenía dos trabajos con lo que tampoco necesitaba ya el servicio. De pagarme mi playera, ni palabra. Es más, me dijo que, en cuanto a cuentas, sólo volvería si su hija llegaba a necesitar alguna droga (así le dicen acá a las medicinas) por todo lo que yo le había hecho. Mucho cinismo o, como dicen acá, muy atrevida, ¿no crees?
Ese sábado regresé a la casa parroquial con muchos sentimientos encontrados. Yo mismo mordía a veces de chiquito. (Mi familia diría que era más seguido de lo que yo admitiría.) Ese sábado desde medio día hubo abundante presencia de la Fuerza Aérea en Cali. Me parece que eran aviones caza. Dicen que es normal, de hecho la base militar y su escuela, antes en las afueras, han sido absorbidas por la mancha urbana caleña. Pero es algo a lo que no me he acostumbrado, no me acostumbro y espero no acostumbrarme. Eso unido a mi estado de ánimo no me ayudó a sentirme bien. Les comenté a dos o tres hermanos con los que he profundizado amistad lo que me había pasado y, por primera vez en seis meses, verbalicé frente a ellos que, de seguir así, ya quisiera que se acabara esta experiencia.
El domingo pude platicarle al padre Ismael lo que nos pasó en la catequesis porque nos invitó a Paco y a mí a salir un ratito a tomar algo, mientras todos veían la trasmisión de la entrega de los Oscar. Por cierto, acá esperaban al menos uno para la actuación de la colombiana Catalina Sandino por su papel en María llena de gracia, película local que vimos hace meses y que trata el tema de las “mulas”. Se les llama “mulas” a las personas que se alquilan para pasar cargando en el interior de sus cuerpos sendas cápsulas de cocaína. Te recomiendo veas la película porque todo lo que sale sobre cómo es acá es muy real. En la radio, por ejemplo, hay avisos constantes del gobierno que advierten a la gente que ni se les ocurra intentar el numerito porque en la actualidad hay, nada más en Estados Unidos, 4925 colombianos detenidos.
Conforme avanzó la semana me fui sintiendo menos mal. El martes ya hacía bromas sobre lo sucedido: «no molesten a Hilda porque muerde»; y el miércoles hasta pude presentar en comunidad un resumen del tomo primero del libro Hacia la comunidad del controvertido teólogo Juan José Tamayo Acosta.
Busca primero el reinado de Dios.
Charly